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Diplomacia Científica: di “ciencia” y entra

Base científica “Concordia” de la Antártida (ESA/IPEV/PNRA). Fuente: Carmen Possnig
Base científica “Concordia” de la Antártida (ESA/IPEV/PNRA). Fuente: Carmen Possnig

La Diplomacia Científica es una nueva disciplina que combina la ciencia, la tecnología y las relaciones internacionales para abordar los objetivos comunes del mundo, contribuir al desarrollo económico y promover el entendimiento entre países, regiones y sociedades.

Concordia, la antigua diosa romana del entendimiento, inspiró la instalación ítalo-francesa de investigación de la Antártida, la única base compartida de este continente aislado. No fue una elección azarosa: el concepto de «concordia» representa el valor fundamental en el que se cimientan la diplomacia y la ciencia.

A lo largo de la historia, la ciencia y la tecnología han ido de la mano de las relaciones internacionales. Un ejemplo representativo lo encontramos en la antigua Ruta de la Seda, donde el continuo flujo de personas, bienes e ideas favoreció la diseminación de culturas y tecnologías, como los sistemas innovadores de irrigación de cultivos o la técnica secreta de China para fabricar papel. Más recientemente, la misión Apolo-Soyuz de 1975 —conocida por el famoso apretón de manos espacial entre Rusia y Estados Unidos durante la Guerra Fría— fue un hito en el camino de la paz gracias a la ciencia.

Sin embargo, en el siglo XXI, la globalización ha hecho necesario que la ciencia esté en el centro y responda a los problemas de las políticas mundiales: la crisis climática, la pérdida de biodiversidad, las enfermedades transmitidas por animales, la contaminación, los desperdicios, la escasez de alimentos y agua… Tales desafíos compartidos no solo no pueden abordarse por una única nación, sino que requieren un enfoque científico, racional y contrastado, que permita que la humanidad avance. En este escenario nace la Diplomacia Científica, una disciplina que combina la ciencia, la tecnología y las relaciones internacionales para abordar los retos mundiales, contribuir al desarrollo económico y promover el entendimiento entre países, regiones y sociedades.

Alicia Pérez Porro

La Diplomacia Científica es fundamental para abordar algunos de los desafíos mundiales más urgentes. Nosotros, en el CREAF, vemos el valor de la cooperación entre las diversas partes interesadas —diplomáticos, legisladores, científicos y el sector privado— y queremos contribuir a comprender el papel de la ciencia en el mundo actual más allá de la investigación.

ALICIA PÉREZ-PORRO, coordinadora científica del CREAF

Desde una perspectiva global, el CREAF trabaja para encontrar soluciones científicas y prácticas a los retos que tienen que ver con el medio natural, el uso de la tierra, la biodiversidad, los recursos o los ciclos de los nutrientes, por dar algunos ejemplos urgentes y a gran escala. Así que, desde la investigación, el diálogo y la cooperación el CREAF también quiere aportar valor a la Diplomacia Científica y Ambiental.

Relacionada, en parte, con la Diplomacia Científica, la Diplomacia Ambiental se ocupa —en su sentido primario y teórico— únicamente de cuestiones ambientales. Sin embargo, en realidad, los fundamentos de esta especialidad se extienden mucho más allá de sus límites más evidentes. La propiedad de la tierra, la disponibilidad segura de alimentos y agua, el crecimiento de la población, etc. Todas estas cuestiones caen en el rango de acción de la diplomacia ambiental, ya que la mitad de los conflictos internacionales están relacionados con los recursos naturales y el medio ambiente. Por lo tanto, “la agenda diplomática ambiental más amplia no debería verse exclusivamente a través de la óptica del cambio climático” (Lawrence E. Susskind y Saleem H. Ali).

Los cuatro aspectos de la Diplomacia Científica

En la intersección de la ciencia y las relaciones internacionales, la Diplomacia Científica toma lo mejor de estos dos mundos para trabajar desde cuatro perspectivas:

  • Diplomacia para la ciencia
  • Ciencia para la diplomacia
  • Ciencia en la diplomacia
  • Diplomacia científica anticipatoria

Para negociar acuerdos de cooperación sobre la gestión de los recursos pesqueros o el control de las enfermedades infecciosas, las naciones necesitan conocimiento científico. Para desarrollar proyectos multinacionales complejos de astronomía o física, los científicos necesitan que las naciones lleguen a acuerdos diplomáticos sobre la gestión y financiación de dichos proyectos. Y cuando las relaciones políticas entre dos naciones se tensan o se rompen, los esfuerzos conjuntos en investigación ofrecen una vía para mantener el diálogo (y la confianza)” (UN-TWAS, la academia mundial de ciencias para el avance de la ciencia en los países en desarrollo)

Diplomacia para la ciencia

La diplomacia es cualquier interacción que afecte las relaciones entre las naciones y sociedades y requiere, por lo tanto, habilidades interculturales, interpersonales y de negociación. Estas capacidades, si se ponen al servicio de la ciencia, pueden facilitar el acceso a la financiación, el personal, las infraestructuras o los recursos que necesite. La diplomacia incluso puede ser la via para conseguir empresas científicas monumentales que una única nación jamás podría permitirse.

Este es el caso del centro astronómico internacional ALMA, en Chile, o la organización de investigación nuclear pan-europea CERN, donde grandes bloques de naciones se unieron para construir y gestionar estos colosos.

Ciencia para la diplomacia

La ciencia es un compendio de conocimiento y, a la vez, un proceso de descubrimiento universal, racional, transparente e imparcial que responde a las soluciones que el mundo necesita. Como tal, es una aliada natural de la diplomacia, ya que la ciencia no emite juicios y ofrece un escenario no ideológico para que incluso los enemigos puedan trabajar juntos. A su vez, la cooperación entre sociedades enfrentadas puede aliviar la tensión y abrirlas a la posibilidad de hablar sobre temas no científicos.

El Centro Transnacional del Mar Rojo es un ejemplo de cómo la ciencia ejerce su poder blando para unir a los países del Mar Rojo para conseguir un objetivo común: salvar el último refugio de coral de la Tierra. A pesar de sus históricos conflictos geopolíticos, la ciencia les proporciona un espacio seguro para dialogar en paz.

Ciencia en la diplomacia

Las políticas exteriores y los acuerdos internacionales se benefician de las contribuciones científicas, que están respaldadas por conocimientos y evidencias. Por ejemplo, el Quinto Informe de Evaluación elaborado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) fue el gran aporte científico sobre el cambio climático antrópico que derivó en el Acuerdo de París de 2015.

La ciencia en la diplomacia también ayuda a gestionar los recursos transfronterizos (ej.: los animales migratorios) y los bienes globales comunes (ej.: la Antártida) y a gobernar los espacios internacionales compartidos (ej.: el Ártico).

Diplomacia científica anticipatoria

Ante un desarrollo cada vez más vertiginoso de tecnologías de vanguardia —como la inteligencia artificial o las técnicas que manipulan el clima—, la comunidad internacional debe ser proactiva. Previendo los posibles beneficios y riesgos de los avances científicos y tecnológicos, las naciones pueden elaborar un plan para el desarrollo de marcos legales que los regulen y que ayuden a gestionar sus implicaciones geopolíticas, éticas y sociales antes de que lleguen al mercado.

Para entender un caso icónico de lo que es la Diplomacia Científica, volvemos al inicio del texto, a Concordia, a la Antártida. Uno de los rincones más inhóspitos de la Tierra, fría y seca, aislada y prácticamente deshabitada. Sin embargo, es uno de los pocos terra nullius —tierra de nadie— del mundo donde ondea la bandera blanca más grande.

Sorprendentemente, la singularidad radical de la Antártida la convierte en el epítome de la cooperación científica internacional y la protección del medio ambiente. En virtud del Tratado Antártico (1957), los signatarios se comprometen a la investigación científica pacífica y a la conservación del territorio y los recursos naturales de la Antártida, reconociendo que no se convertirá en escenario u objeto de discordia internacional.

Durante 60 años, la Diplomacia Científica ha sido la llave dorada que permite mantener abierta la bóveda de la investigación internacional y la paz, sabiendo tratar con cuidado el espinoso tema de la propiedad territorial de este remoto continente.

Marga Gual Soler

La interconexión de los ecosistemas y la necesidad de una cooperación transfronteriza informada en materia de ciencia hace que el intercambio de conocimientos, la red de relaciones y la creación de confianza sean esenciales per reforzar las asociaciones y promover la integración regional a través del idioma compartido de la ciencia.

MARGA GUAL SOLER, asesora experta en Diplomacia Científica del CREAF

Como hemos ido mencionando, el idioma universal de la ciencia es capaz de aliviar tensiones, descongelar relaciones e, incluso, propulsar el desarrollo social. Si bien, históricamente, la ciencia y las relaciones internacionales se han ido entrecruzando, el momento actual requiere que la diplomacia coja el timón de la ciencia para navegar por las turbulentas aguas del mundo contemporáneo.

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