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Pseûdos: sobre verdad y engaño en la naturaleza y la cultura

La mentida és una estratègia que els humans practiquem amb assiduïtat. Foto: J.Luis Ordóñez.
La mentida és una estratègia que els humans practiquem amb assiduïtat. Foto: J.Luis Ordóñez.

La palabra griega pseûdos significa mentira, pero también error, lo inventado que no corresponde a la verdad e, incluso, ficción. De eso trata este ensayo. Y partiré de una afirmación, la mentira, el engaño, es una estrategia habitual en la naturaleza que los humanos practicamos con asiduidad; Lévy-Strauss (1976) asegura que los humanos se mienten unos a otros y se mienten a sí mismos. Aunque no lo hubiera dicho él, también lo sabríamos, porque todos lo hemos experimentado.

La mentida és una estratègia que els humans practiquem amb assiduïtat. Foto: J.Luis Ordóñez.
La mentira es una estrategia que los humanos practicamos con asiduidad. Foto: J.Luis Ordóñez.

La verdad es una doncella tan vergonzosa cuanto hermosa, y por esto anda siempre tapada.
Baltasar Gracián

La verdad sobrevive en medio de la decepción.
Friedrich von Schiller

Tengo la impresión de moverme en un mundo de fantasmas y me veo a mí mismo como la sombra de un sueño.
Alfred Lord Tennyson, The Princess

Gobernar es hacer creer.
Nicolás Maquiavelo

Una característica que presentan los animales más inteligentes y, más que ninguno, los humanos, es la capacidad para anticipar la acción de otros individuos. En el juego mortal entre depredador y presa, cada uno tiene que tratar de adivinar cuál será el siguiente movimiento del otro. Un error puede suponer la muerte o quedarse sin comer, así que se trata de una capacidad muy importante en la supervivencia y, por tanto, objeto de selección natural. También lo es para la cooperación en los organismos sociales y no digamos para el apareamiento reproductivo. Cualquiera que haya tenido u observado a un perro sabe que los perros se anticipan muy a menudo a acciones de sus dueños.

La forma más elemental de anticipación es que se establezca una asociación entre dos hechos que se suelen dar uno a continuación del otro. Cuando movemos con un dedo la superficie del agua de nuestra pecera, los peces suben porque esperan que, de inmediato, les tirarán comida. Han asociado el hecho de que se mueva el agua, o se proyecte una sombra, con la caída del maná, y conservan, en su escasa memoria de peces, esta asociación. Pero de la asociación simple podemos pasar a comportamientos mucho más complicados. Una gacela observará a león cercano con total atención, tratando de adivinar, por un movimiento ínfimo o por una tensión en la musculatura de sus patas, cuando el león está a punto de saltar. Los monos pueden ocultar los frutos que han encontrado porque anticipan que los demás tratarán de quitarselos o de pedirles una parte. Su capacidad de observación, imitación, anticipación y memoria les permite aprender, entre muchas otras cosas, cuáles serán las reacciones previsibles de otro individuo, ya que se ponen «en la mente» del otro. Cuando se espera una determinada reacción, hay varias posibilidades: huir o atacar no son las únicas. Ocultar un objeto para que no te lo roben es una, pero los simios también aprenden a engañar, a despistar al otro haciéndole creer que han escondido su tesoro en un lugar y esconderlo en otro. También los generales procuran engañar al enemigo sobre el sentido de las maniobras propias. De las habilidades de seducción, que siempre implican anticipación de las reacciones del otro, y de los triángulos amorosos, en que los juegos de adivinar y despistar son constantes, nacen mucha literatura, teatro y cine.

Els grans simis amaguen sovint peces de fruita perquè no les hi robin. Foto: Susanne Jutzeler a Pixabay.
Los grandes simios esconden a menudo piezas de fruta para que no se las roben. Foto: Susanne Jutzeler en Pixabay.

El engaño como estrategia de supervivencia en la naturaleza

El engaño está omnipresente en el mundo vivo. Es fundamental para muchas actividades. Las plantas lo practican de muy diversas maneras. Las flores son a menudo vistosas y olorosas para hacer que los insectos u otros animales vayan a buscar el néctar y salgan cargados de polen con el que fecundarán a otras plantas. Hay un intercambio de servicios, las plantas gratifican al insecto con el néctar. Tenemos casos más sofisticados: hay orquídeas en las que la flor imita a una abeja. Aquí el insecto se acerca, no para comer, sino para copular con la supuesta pareja, y recoge el polen a cambio de nada (o de un momento de «deseo», de excitación). Las plantas carnívoras preparan complicadas trampas para atraer y retener las presas. Las hay que desprenden un olor muy fuerte, para nosotros desagradable, que atrae a las moscas que se alimentan de carroña. Algunas de estas flores son enormes y, en el interior, generan calor que también atrae a las moscas, las cuales quedan atrapadas y son digeridas. O sea que las plantas engañan para obtener servicios o para comer. Incluso los microbios, virus incluidos, emplean trucos químicos para engañar a las defensas de los huéspedes.

El disseny floral de l’orquídia Ophrys apifera atrau els seus pol•linitzadors per similitud amb una parella sexual. Foto: Rémi Abel a Flickr.
El diseño floral de la orquídea Ophrys apifera atrae a sus polinizadores por similitud con una pareja sexual. Foto: Rémi Abel en Flickr.

En el mundo animal, los engaños son aún más impresionantes. Uno de ellos es el mimetismo: que una especie adquiera evolutivamente unas pautas de color y forma muy parecidos a otra. El objetivo puede ser repartir los impactos de la depredación con la especie imitada o, si ésta es una especie bien defendida (porque produce algún veneno, por ejemplo, o porque tiene un sabor muy desagradable), para disuadir a los depredadores del ataque. La especie imitadora no gasta energía en producir toxinas u otras sustancias para defenderse, le basta haciéndose pasar por la otra especie. Hay muchísimos ejemplos de mimetismo, y lo presentan desde mariposas a serpientes. En muchos casos, viene a ser como la gente que pone en la puerta un distintivo de alarma sin tenerla instalada. La limitación es que, si hay demasiados imitadores, el truco deja de funcionar.

La coloració de l’arna Sesia apiformis, semblant a  una vespa, redueix el risc a que se la mengin. Foto: J.Luis Ordóñez.
La coloración de la polilla Sesia apiformis, parecida a una avispa, reduce su riesgo a ser depredada. Foto: J.Luis Ordóñez.

A veces, el mimetismo no es con otra especie, sino con elementos del entorno. Hay insectos que parecen ramas, insectos y ranas que parecen hojas, caballitos de mar que parecen copos de algas y un larguísimo etcétera. Le podemos llamar camuflaje y lo puede emplear la presa para pasar desapercibida o el depredador para permanecer al acecho. Entre los insectos del género Mantis, depredadores, hay magníficos ejemplos de camuflaje con aspecto de ramas, hojas, pétalos o flores enteras. En el mundo vegetal también hay mimetismo. Muchas especies de malas hierbas tienen semillas que han evolucionado hasta confundirse con las de algunas plantas de cultivo, así que el agricultor esparce las semillas que le interesan y, sin querer, también las que luego le estorbarán. Se podrían elaborar libros con miles de fotografías de casos de lo más sorprendentes. Muchos peces tienen el vientre claro y el dorso oscuro porque esto representa una ventaja para no ser tan visibles desde abajo a contraluz con el cielo y desde arriba contra la oscuridad del fondo. Entre los mamíferos, las perdices, liebres, zorros y osos que viven en el Ártico son blancos porque así son menos visibles en la nieve o el hielo. Los leopardos, jaguares y tigres tienen coloraciones de camuflaje en el interior de los bosques, donde hay manchas de luz y sombra por el paso de los rayos solares a través de las hojas de los árboles. Recuerdo mi sorpresa cuando, mientras observaba las glándulas de una Euphorbia, vi como una de ellas se iba caminando: ¡era un arácnido de aspecto idéntico al de las glándulas y que se ponía entre ellas!

Algunos caballitos de mar se mimetizan con otros organismos. Video: Kqued.org.

Muchas serpientes tienen colores de camuflaje, pero entre los animales venenosos (i sus imitadores) a menudo la estrategia es la opuesta, tienen coloraciones muy vistosas, llamadas aposemáticas, que son un aviso para los depredadores que dice “no me ataques, soy peligroso». La ventaja es que el depredador puede morir por el veneno pero la presa también podría morir durante el ataque… Entre los humanos, los soldados se camuflan con uniformes blancos para actuar en lugares nevados y con cascos y ropa verdosos y con manchas para la guerra en el bosque; para acciones nocturnas, es lógico emplear ropa negra y oscurecerse la cara. Pero en los desfiles emplean uniformes y penachos de colores vistosos y a los saraos se llevan vestidos espléndidos para llamar la atención y marcar jerarquía, igual que muchos animales durante el periodo de celo muestran coloraciones que son señales para denotar la disposición a aparearse y el poderío. Los humanos nos ayudamos de la cosmética y el vestuario (a veces muy aparatoso, otras reducido a un estratégico mínimo) para ser más atractivos o plasmar nuestra jerarquía (religiosa, militar, académica, política, económica, etc.). Fellini hizo un sarcástico retrato de la vanidad eclesiástica en el célebre desfile de modelos clericales de Roma (1972).

Fotograma de la pel·lícula "Roma" (1972) de Federico Fellini.
Fotograma de la película «Roma» (1972) de Federico Fellini.

El engaño llega a extremos muy notables. Un gusano trematodo, la cercaria gigante, en estado larvario tiene el aspecto y los movimientos de una larva de mosquito. Los peces se la tragan y adquieren el parásito. Otro trematodo (Leucocloridium macrostomum) pasa una fase de la vida como esporozoito móvil, parásito de un caracol del género Succinea: se establece en el extremo de las antenas del caracol, que se hinchan y muestran rayas transversales oscuras y claras. Esto llama la atención de los pájaros, que toman las antenas por orugas y las dan a sus polluelos. Los parásitos se desarrollan dentro de los pájaros y forman huevos que son expulsados ​​con los excrementos y volverán a ser comidos por los caracoles… El rape suele reposar en el fondo marino, medio hundido en la arena. Por encima de la mandíbula superior tiene una especie de excrecencia con un pedúnculo que se adelgaza y dobla para terminar en un órgano que recuerda  a un pececillo. El rape espera que un pez se acerque a comerse el «pececillo» para abrir la enorme boca y absorber al incauto. Todos los peces tienen epiparásitos sobre la piel, como pequeños cangrejos o microbios, y trozos de piel desprendida o restos de comida, y existen peces limpiadores, especialmente los lábridos. De vez en cuando, los peces van «al barbero». Se acercan a estos lábridos, que los atraen con un balanceo típico, ellos entran en un estado somnoliento, incluso abren boca y branquias, y dejan que los limpiadores trabajen. Aunque los lábridos suelen ser más pequeños que sus «clientes», éstos no se los comen. Otro pez, Aspidontus taeniatus, imita a Labrus dimidiatus pero tiene una boca diferente, que no está conformada para rascar o cepillar la piel con una mandíbula inferior partida, sino para morder. El Aspidontus no limpia al cliente, le muerde con furia y le arranca un pedazo de carne. La víctima se desvela pero el pequeño bribón se hace el loco, quedándose quieto como los limpiadores, y evita el castigo. La estrategia funciona con clientes jóvenes, pero los peces adultos aprenden a distinguir entre limpiadores verdaderos y mordedores aprovechados.

Cargol afectat per una infecció de Leucochloridium macrostomum. Foto: Ondrej Zicha.
Caracol afectado por una infección de Leucochloridium macrostomum. Foto: Ondrej Zicha.

Quizá el caso de estafa más conocido en el mundo animal sea el del huevo que el cuco pone en un nido ajeno en que ya haya huevos, para ahorrarse todo el trabajo de incubar y alimentar al pollo. Como todos sabemos, el pollo del cuco, en cuanto nace, echa del nido a los otros huevos o pollos ya nacidos y reclama el alimento, que los padres adoptivos, perplejos ante el hijo enorme que les ha salido, se apresuran a buscar. El cuco no es el único que parasita nidos, sólo el más famoso. Para que esto funcione, los huevos del parásito han de ser de colores similares a los de los huéspedes. Las diferentes especies de cuco de todo el mundo tienen huéspedes distintos, pero el aspecto de los huevos de cucos y huéspedes siempre concuerda. El engaño no acaba en el huevo. Es necesario que el pico abierto del pollo emita señales que los padres adoptivos entiendan como un reclamo de alimento. En otro parásito de nidos, la viuda del paraíso, Vidua paradisaea, las bocas abiertas de los pollos presentan pautas de colores rojos y azules y bordes blancos que imitan perfectamente las de los pollos del huésped, el pinzón Pytilia melba.

Mascle del Vidua paradisaea, una espècie d'ocell que col·loca els seus ous en els nius d'una espècie de pinsà. Foto: Charles James Sharp CC BY-SA.
Macho de Vidua paradisaea, una especie de ave que coloca sus huevos en nidos de otra especie, el pinzón Pytilia melba. Foto: Charles James Sharp CC BY-SA.

Otro engaño bien conocido es el de la tinta del calamar para despistar a sus atacantes. Es similar a lo que ocurre en algunos animales abisales: estos tienen bolsas donde viven bacterias que, al ser expulsadas ​​repentinamente, emiten una intensa luz fosforescente con efectos equivalentes a los de la tinta, confundir al depredador. La lista no acabaría nunca, y en muchos casos la sofisticación es extrema, fruto de un largo proceso evolutivo.

Visto que el engaño es una estrategia muy frecuente en la naturaleza, no nos puede sorprender que también lo sea en los humanos, donde el engaño toma sobre todo formas culturales. Con palabras que parecen muy actuales, dice Nietzsche en Así hablaba Zaratustra:

Allí donde la soledad acaba comienza el mercado; y donde el mercado comienza también comienzan el ruido de los comediantes y el zumbido de las moscas venenosas. (…) en torno a los comediantes giran el pueblo y la fama: así marcha el mundo.
F. Nietzsche, Así hablaba Zaratustra

Aún es muy cierto. Leo en el relato de Dostoievski El sueño de un hombre ridículo (1877) la visión de la Edad de Oro según Hesíodo. El relator se encuentra en un sueño: los humanos vivían en un éxtasis perpetuo, libres de dolores y enfermedades, hasta que él les enseñó a mentir y a complacerse en la mentira y les descubrió la belleza de la mentira, y de ahí siguieron todos los males; el engaño engendra el honor y la voluptuosidad, esta los celos, y los celos la crueldad y la violencia. Cioran (en Historia y utopía, 1960) se sirve de Hesíodo para disertar sobre la imposibilidad de la utopía, de la armonía universal, que nunca ha existido y nunca existirá. No sé en la Edad de Oro mítica, pero los niños aprenden a mentir sin que nadie les enseñe, para ahorrarse castigos o como diversión. Con el lenguaje, la mentira se puede extender a situaciones muy diversas y nuevas. Es, como decíamos, una táctica aplicable a lo que convenga. Hesíodo fue (Vallejo 2019, 2020) el primer autor del que sabemos algo (de Homero no sabemos nada) y el primero en hablar de sí mismo (los relatos anteriores son sobre epopeyas de héroes antiguos). Dijo que un día, mientras pastoreaba el rebaño bajo el monte Helicón, se le aparecieron las nueve musas y le dijeron que sabían decir mentiras que parecían verdades y que sabían, cuando querían, proclamar la verdad (Vallejo añade que esta mentira sincera es una de las reflexiones más antiguas sobre la ficción … Tal vez sí, pero falta saber si alguien puede estar seguro que proclama la verdad o las musas lo decían para quedar bien…).

Fragment del retrat de Niccolò Machiavelli que va fer Santi di Tito.
Fragmento del retrato de Niccolò Machiavelli que pintó Santi di Tito.

Maquiavelo explicó que, entre los métodos para la conquista y el mantenimiento del poder, está el uso sistemático de la mentira y el engaño, ya que siempre se encuentra quien se deja engañar, y que no es necesario mantener los juramentos si esto es contrario a los intereses del gobernante. Lo resumía en la frase «gobernar es hacer creer». Desde luego, no ha pasado de moda el florentino cinco siglos después.

La ficción en la literatura y en las artes plásticas

El Poema de Gilgamesh, el Mahabharata, el Ramayana, el Antiguo Testamento, la Odisea o la Ilíada son maravillosas obras de la imaginación humana, con algún leve contacto con hechos históricos. Su complejidad misma nos dice que hubo mucho tiempo de evolución en la narración de cuentos de los que no quedan testigos. El ser humano inventa historias por placer, para entretener a otros, para enseñarles, para engañarles y para ganarse la vida y la protección de otros hombres más poderosos. Las historias de espías (inventados o reales) son sartas de mentiras montadas unas sobre otras, como muestran las novelas de Deighton, Le Carré o Forsyth y muchísimos filmes, y en estas historias se va hasta el extremo de asesinar y torturar para mantener o descubrir un engaño de un espía doble o triple que, al final, después de un puñado de muertos, quizás no habrá tenido ninguna trascendencia. Al parecer, esto también ocurre en la realidad. Mentir con gracia es a menudo también el arma del débil o del que no puede obtener lo que quiere de otra manera. Recordemos la fábula de La Fontaine Le Corbeau et le renard (o la versión original de Esopo):

Un cuervo que había cogido un trozo de queso se posó en un árbol. Una zorra lo vio y, queriéndose apoderar del queso, se plantó delante del pájaro y lo llenó de alabanzas diciendo que tenía buena figura, que era bello y añadió que le prestaba a él, más que a ningún otro, ser el rey de los pájaros. El cuervo quiso demostrar que también tenía voz, y, dejando caer el queso, graznó con fuerza. El zorro, lanzándose sobre el queso, se apoderó de él y dijo: Cuervo, si también tuvieras cordura, no te faltaría nada para ser el rey de los pájaros.
La Fontaine, Le corbeau et le renard

La fábula ignora que los cuervos son, junto con los loros, los pájaros más listos, con habilidades notables que incluyen el uso de herramientas. Los cuervos han vivido muy cerca de los humanos, aprovechando desechos, son sociales, generalistas omnívoros y viven hasta 20 años. Estudios hechos en Cornell indican que, como algunos primates, los cuervos tienen una teoría de la mente, es decir, que son capaces de atribuir una mente -intenciones y deseos- a otros animales y anticiparse. ¿Lo sabía Poe cuando escribió su célebre poema The Raven, donde el cuervo repite implacable la palabra Nevermore? El compañero del CREAF Daniel Sol ha hecho numerosos trabajos sobre la relación entre las capacidades invasivas de nuevos ambientes y de innovación y el tamaño del cerebro en pájaros, que confirman que los cuervos no son nada tontos. No sabemos si son vanidosos, como el de la fábula… y como los humanos, que nos hemos puesto por nombre científico Homo sapiens. Nos cuesta admitir la inteligencia en los animales, quizá porque sobrevaloramos la propia. Viene a cuento un título de Franz de Waal: ¿Tenemos suficiente inteligencia para entender la inteligencia de los animales? Es bueno recordar que Einstein dijo que:

Hemos sido provistos con justo la inteligencia necesaria para ser capaces de ver claramente hasta qué extraordinario grado es inadecuada cuando se confronta con lo que existe.
A. Einstein

Los cuervos de Nueva Caledonia fabrican una herramienta para mejorar la extracción de larvas. Video: National Geographic España.

El concepto de verdad se podría discutir mucho. Quizá todo lo que puede haber son convenciones sociales sobre lo que es verdad, y aún a escala sólo local. La ley de la gravedad describe apropiadamente el hecho de que todos caemos si saltamos en el aire o desde lo alto de un acantilado, aquí, en Nueva Zelanda y en las Bahamas. Si alguien nos habla de una persona que da un salto y continúa ascendiendo como Mary Poppins y se pasea por el arco iris, sabemos que se trata de un cuento. Hay consenso en que los cuerpos más densos que el aire caen… a menos que estén en condiciones de gravedad cero: esta ley es una verdad emergente a escala local (de la Tierra, dentro del Universo), aunque sea dicho sólo para entendernos.

La literatura de ficción es el despegue de nuestra imaginación, que se desliga de la realidad. Inventa, y lo que inventa no es «verdad», si definimos la «verdad» como una descripción fiel de una realidad física observable por algún medio. Giorgio Manganelli tiene un libro que lleva por título La letteradura come menzogna (1967). El mundo no se puede cambiar, pero Manganelli no está dispuesto a colaborar con la realidad que nos aprisiona: la literatura tiene que renunciar a la verdad, debe ser inútil fuego de artificio en un juego de dos, autor y lector. Los engaños alimentan las artes, desde el caballo de Troya o la tela de Penélope, las astucias de El Lazarillo de Tormes o el teatro dentro del teatro de Hamlet hasta los seriales de televisión. Estamos acostumbrados a ver en los westerns al vendedor de lociones milagrosas, el engaño en la ficción que es la película. Ahora bien, muchas fábulas contienen mensajes. Los antiguos mitos a menudo se relacionan con temas de clases sociales y desigualdad. El poderoso y perverso noble será un ser infernal como el Comte Arnau o Drácula, los príncipes deberán conocer la miseria para luego ser buenos reyes, Cenicienta, que es pobre y buena, enamorará al príncipe porque es necesario que se mantenga alguna esperanza. Como dice Calvino (1991), en el inconsciente colectivo el príncipe disfrazado de pobre es, en realidad, víctima de una usurpación y debe reconquistar su reino, como Ulises el astuto, el gran mentiroso. Hay un fondo de cuentos antiquísimos, muy similares en culturas muy diversas. Atribuimos a Perrault o a los hermanos Grimm la autoría de cuentos de los que, de hecho, fueron recopiladores, a veces traductores y adaptadores. Muchos de estos cuentos son aleccionadores y las versiones más antiguas a menudo eran aún bastante más siniestras que las difundidas por Perrault o los Grimm. Personajes como la madre o la abuela benéficas o la madrastra mala simbolizan las dos caras de la Naturaleza, como el pan representa pureza y los dulces tentación. Las implicaciones sexuales del cuento de Caperucita Roja son obvias y han sido tratadas explícitamente en filmes como En compañía de lobos, de Neil Jordan (1984). Hänsel y Gretel es un cuento cruel que los nazis aprovecharon para imágenes terribles: Gretel, representada como una niña aria, empujando a una Bruja judía dentro del horno. Los cuentos dan avisos y pautas de comportamiento, modelos. Pretenden educar. La moral quiere establecer unos principios que ayuden a la convivencia, pero todo tratado de la moral es una suma de «realidades imaginadas» para influir en la manera de hacer de los humanos en sociedad. Las religiones y las ideologías políticas que quieren cambiar el mundo se basan en mitos.

Hänsel y Gretel és un conte cruel que els nazis van reinterpretar per promoure l’antisemitisme. Imatge : Deutsches Märchen- und Wesersagenmuseum / Hanna Dose  CC BY-NC-SA.
Hänsel y Gretel es un cuento cruel que los nazis reinterpretaron para promover el antisemitismo. Imagen: Deutsches Märchen- und Wesersagenmuseum / Hanna Dose CC BY-NC-SA.

El ilusionismo, el teatro y el cine son, por sí mismos, fábricas de sueños. Muchos juegos se basan en engañar al contrario, como los «faroles» del póquer, o las maniobras de distracción en el ajedrez o en el fútbol. Hay muchos filmes en que el engaño es el tema básico. Una obra maestra es F for Fake, de Orson Welles (1973), un falso documental sobre el fraude, personificado en Elmyr de Hory, gran falsificador de obras de maestros de la pintura, y en Clifford Irving, su biógrafo y autor de otro fraude, la supuesta autobiografía de Howard Hughes. Aunque al comienzo del film Welles dice que lo que sigue es la pura verdad, al final confiesa que él también es un mago, un ilusionista. Ya lo había demostrado en su debut radiofónico La guerra de los mundos (1938), que hizo que la gente huyera caóticamente de las ciudades, convencida de que los marcianos atacaban la Tierra. Welles pone en evidencia que la «autenticidad» de las obras la determinan los expertos: ellos crean la verdad. Un tema muy de hoy, Welles andaba muy por delante de su tiempo.

Tráiler de la película «F de Fake» de Orson Wells.

El Hermes de los griegos (el Mercurio de los romanos) era el dios de los mentirosos y al mismo tiempo de los comerciantes (hay bastante más de un millar de representaciones de Hermes en estatuas, relieves y pinturas en Barcelona y existe una asociación de buscadores de estas representaciones en la ciudad), además de ser el mensajero de los dioses y el acompañante de los muertos (¿no ha sido la vida un sueño, una ilusión? Calderón lo afirma), y bien podría ser el dios de los especuladores y los políticos. Hay dos características muy humanas, la habilidad manual y la falsificación, que Italo Calvino atribuye tanto a Ulises como a Penélope, construyendo el caballo y bordando la tela para engañar a los enemigos. Dice Calvino que es tanto el engaño que, al final de la Odisea, dudamos de si Ulises ha inventado la parte más fantástica de las aventuras que narra al rey de los feacios. Los dioses mienten, como Zeus tomando la forma que le conviene para poseer a las chicas que desea, como Europa o Leda. Los humanos enamorados se afanan en hacerse atractivos y simpáticos y hacen promesas dudosas. Sólo tú, dice Giacomo Casanova a Teresa, en El amante de Bolzano de Sandor Marai, y ambos saben que no resta ya mentira más grande por decir.

Cavall de fusta que amagava l’escamot d’Ulisses a la pel•lícula Troia (2004), de Wolfgang Petersen. Foto: Deepika Ravishankar CC BY-NC.
Caballo de madera que escondía el comando de Ulises en la película Troya (2004), de Wolfgang Petersen. Foto: Deepika Ravishankar CC BY-NC.

Luciano de Samosata, en el prefacio a sus Relatos verídicos, después de decir que lo que dicen los filósofos suele estar lleno de mentiras y que sorprende que crean que nadie se dará cuenta, afirma que, no habiéndole pasado nada digno de mención, ha decidido dedicarse a la ficción, pero que en algo será veraz: en decir que miente. Y avisa a quienes lo lean que no deben creerle en nada. Las divertidas y fantasiosas historias de Luciano, viajes a la Luna y por el espacio incluidos (¡escritas en el siglo I!), contienen mucha sátira que, por prudencia, no es política, pero que denuncia las mentiras de otros.

Como ya he dicho, a partir de historias inventadas a menudo se nos quiere transmitir una verdad o una lección moral, describir, de manera eficaz (para ser captada racional y emocionalmente), una determinada problemática social, las condiciones de vida en un momento histórico preciso, etc. La ficción puede darnos nuevos conocimientos que son «ciertos». Quizá la literatura más social que se ha hecho en el siglo XX sea la novela negra en la línea americana (Hammett, Chandler, McBain, McCay, Seal, etc.), seguida por autores europeos con estilos diversos (Simenon, Vázquez Montalbán, Camilleri, Mankell, Sjöwall y Wallos, Indridalsson, etc.). De todos modos, la ficción no es la realidad. Ni los documentales enseñan «la verdad y sólo la verdad,» ya que todo está visto con los ojos y relatado con las palabras de personas que tienen ideas previas, y sus visiones pueden ser sesgadas. La cultura es toda ficción, aunque pretenda acercarse a la realidad, incluso lo es la ciencia, pero la ciencia hace un esfuerzo complementario para acercarse a la «realidad»: exige que lo que uno ha descubierto cualquiera lo pueda repetir y comprobar. Ni así es fácil, el prejuicio pesa y hay ejemplos de errores repetidos durante bastante tiempo por muchos investigadores. Pero la ciencia, como la democracia, es un sistema garantista. Los errores o fraudes terminan por ser descubiertos y aparece una nueva explicación más verdadera, aunque no verdad absoluta: el científico, al observar la realidad, la altera, dijo acertadamente Heisenberg y nos abrió los ojos a la incertidumbre ineludible en la física cuando ya se derribaban muchas viejas creencias religiosas, políticas y otras. Hemos pasado de la seguridad de los dioses a la de la Razón de la Ilustración y, después, a la perplejidad de los siglos XX y XXI.

Explicación del principio de incertidumbre de Heisenberg. Video: Quantum Fracture.

La pintura y la escultura describen también la «realidad». Hay un extraordinario relato breve de Balzac sobre la actitud del pintor en esta persecución imposible. Es La obra maestra desconocida (versión definitiva, 1845). El pintor Frenhofer se enamora de la imagen de una mujer que pinta, no copiando, sino interpretando la realidad, que es lo que debe hacer el arte. Nunca está satisfecho del todo, y la retoca incesantemente hasta hacerla desaparecer en una niebla coloreada de la que sólo sale un pie muy vivo y precioso, como un fragmento salvado de una meticulosa destrucción. Tantos años de trabajo terminan en nada, como medio reconoce a sus amigos Pourbus y Poussin (pintores reales), aunque sigue enamorado de su obra. De hecho, lo que quiere es imitar la capacidad de crear de la naturaleza y expresar la propia subjetividad. Una concepción modernísima. Picasso, fascinado por esta historia, le dedicó 13 aguafuertes en 1931, por encargo de Vollard para una edición ilustrada del cuento. En este aparece el tema del autoengaño: los humanos lo practicamos con asiduidad para hacer más tolerables nuestros fracasos y nuestras miserias.

Desde Lascaux o Tassili, la pintura sea figurativa o esquemática, puede ser simbólica: se representa la «realidad», rebaños de bóvidos por ejemplo, pero también algo más que tiene importancia cultural. Se puede pintar para invocar la ayuda de dioses o espíritus en busca de alimento, en la victoria sobre los enemigos, etc. La pintura, y las otras artes similares, pueden basarse mucho en la «realidad», pero contienen mensajes culturales que crea la mente humana.

Inventando para descubrir

El arte también puede tener una voluntad de descubrimiento. En el curso de su historia, hay un alejamiento de la «realidad» cada vez mayor, a veces persiguiendo una realidad escondida o poco aparente (ocurre en el impresionismo, el cubismo, el surrealismo), o la pureza última del color o la materia (arte abstracto). Como en ciencia con la invención del telescopio astronómico o la del microscopio, lo que se pretende es desvelar realidades que habían estado escondidas a nuestros ojos. Sin embargo, el microscopio y el telescopio pueden ser usados ​​por muchas personas para ver las mismas cosas. En el arte las nuevas «realidades» descubiertas son mucho más subjetivas. El artista no es una herramienta, él da una interpretación personal que no puede ser contrastada. No se puede separar la obra del autor (¡ni del espectador!). Las «realidades» imaginadas por alguien pueden ser sugerentes, quieren hablar de cosas que compartimos, describirnos o descubrirnos cosas que sentimos como «reales» o «verdaderas», y que así crezca nuestro «conocimiento». El artista explora un dominio y lo describe o explica de acuerdo con sus ideas, su cultura; el espectador lo reinterpreta también a través de los filtros de sus ideas y cultura, diferentes en cada artista y en cada espectador. No es raro que los críticos vean cosas que el artista no puso conscientemente en la obra (los expertos crean la verdad, como dice F for Fake, y de paso le dan valor y precio). El arte sugiere, la sensibilidad de cada uno responde de manera diferente a la propuesta. Por eso se dice ahora que los artistas «proponen», pero el espectador «completa» el proceso con su propia visión.

L’enterrament del Comte d’Orgaz, pintat per El Greco entre el 1586 i el 1588. Font: Esglesia de Santo Tomé, Toledo.
El entierro del Conde de Orgaz, pintado por El Greco entre 1586 y 1588. Iglesia de Santo Tomé, Toledo.

El número de personas que se conmueven con la Pasión según San Mateo de Bach, con el Quinteto de clarinete de Mozart, con La Pietà de Miguel Ángel, con El entierro del Conde Orgaz del Greco o con el Hamlet de Shakespeare es muy grande. Pero estas obras no son constataciones repetidas de una verdad, relativa a una realidad concreta. Son artificios culturales que nos provocan emociones, nos transmiten ideas y, a veces, describen o exploran comportamientos humanos «más o menos» universales. El arte que explora el comportamiento, el inconsciente y la emoción se convierte así en fuente de conocimiento. Pero la verdad es, como mucho, relativa.

La ficción como guía y consuelo

Los humanos se consuelan de los problemas reales, de los trabajos para comer, del dolor de las heridas, del miedo a lo desconocido, con los cuentos y la contemplación de la belleza, desde mucho antes de Homero, y con el cine o con la radio (como explica admirablemente Woody Allen en La rosa púrpura de El Cairo, 1985, y en Días de radio, 1987). Los cuentos para niños suelen acabar bien, viviendo felices y comiendo perdices. El Ramayana, la gran epopeya india atribuida a Valmiki que se cree escrita en el siglo III a.C., aunque no sea un cuento infantil, no sólo termina con una descripción del feliz reinado de Rama, durante el cual no hubo enfermedades ni tristezas, la vida duraba cien años y cada padre tenía un millar de hijos, etc., sino que bendice el lector:

Se verá libre de pecado el hombre que en este mundo pueda tener siempre el oído atento al relato de esta admirable y variada historia del raghuïda de infatigables proezas. Tendrá hijos, si es que los desea; tendrá riquezas si está sediento, el hombre que escuche la lectura de lo que Rama hizo en el mundo. La joven que desee un marido, obtendrá esposo que será la alegría de su alma. ¿Tiene padres queridos que viajan por países extranjeros? Obtendrá que a continuación se reúnan con ella. Todos aquellos que escuchen el poema que el mismo Valmiki ha compuesto alcanzarán del cielo todas las gracias objeto de sus deseos, tal y como las han podido codiciar.
Valmiki, Ramayana

Un final algo más elaborado que el tradicional «y vivieron felices y comieron perdices» y que promete más que un discurso electoral. No queremos que nos digan siempre la verdad, como pretende hacer el poema de Espriu Con música lo escucharías quizás mejor que, por supuesto, tira a tétrico. Preferimos un happy end. Pero no todos los cuentos lo tienen, sobre todo si pretenden aleccionarnos. El final del Poema de Gilgamesh es triste: tenemos que aceptar que los humanos no somos inmortales. Ulises incluso elige no serlo cuando deja la isla de Calypso, quizás aburrido ante una perspectiva de eterna felicidad, para volver a Ítaca. Hoy, existe un proyecto para acabar con la muerte por enfermedades mediante nuevas terapias, incluidas las genéticas, que se llama Proyecto Gilgamesh: persigue la amortalitat y no la inmortalidad (siempre puede haber accidentes).

Els científics que persegueixen la amortalitat cerquen la manera d'impedir l'escurçament dels telòmers. Il·lustració: J.Luis Ordóñez.
Los científicos que persiguen la amortalidad buscan la manera de impedir el acortamiento de los telómeros. Ilustración: J.Luis Ordóñez.

Terminen bien o mal los cuentos siempre quieren entretenernos… Si no es que el deseo de originalidad hace que el artista prescinda del público y se dirija sólo a una supuesta élite intelectual, que lo bendecirá mientras el mundo le ignora: esto es lo que ocurre con la música culta contemporánea, con alguna literatura y algún cine. La experimentación en la búsqueda de nuevas formas de comunicación es bien lícita y necesaria, pero el arte sin espectadores acaba siendo un mero ejercicio onanista: si no llega la comunicación, es un acto en el vacío porque la obra de arte es siempre diálogo entre autor y público.

La creación interesada de «verdades»

El cuervo de la fábula cae en la trampa por vanidad y eso les pasa con frecuencia también a los hombres. Micromegas, el gigante de Sirio inventado por Voltaire, aquel que se partía de risa cuando un filósofo humano (que él apenas veía de tan pequeño que era) afirmaba que todo el Universo lo había hecho Dios para ponerlo al servicio de los humanos, decía que él no quería que lo distrajeran, sino que lo instruyeran. Un deseo muy propio de la Ilustración, pero los poderosos de este mundo saben, ya mucho antes del panem et circenses romano, que al pueblo conviene tenerlo distraído y no demasiado instruido, y hoy tienen en sus manos distracciones sofisticadísimas que se perfeccionan sin parar, desde el vídeo y el juego de ordenador a la realidad virtual. Distracciones y también «ruido» y fake news. Y, peor aún que las noticias falsas, crean hechos destinados a engañar para obtener algo. A ello se dedican empresas «gestoras de la percepción». Este es el tema de una novela, Toda la verdad, de David Baldacci (el autor también de la novela en que se basa el filme de Clint Eastwood Poder absoluto, 1997). Se trata de un «thriller» de mucha acción, pero el autor añade al final una nota sobre la existencia real de empresas dedicadas a hacer creer al público lo que conviene a sus clientes, si es necesario fabricando hechos que hagan más verosímiles las ideas que quieren popularizar. Esto se ha hecho siempre, por ejemplo inventando incidentes que sirvan de excusas para iniciar una guerra, generando desconfianzas para provocar un cambio de precios de un producto estratégico, etc., pero según Baldacci nunca como ahora y por gente tan experta en neurociencias, y con medios de comunicación de masas y de conocimiento de los intereses y tendencias de la gente, hasta hace poco impensables. Nos advierte que estamos indefensos ante las mentiras y manipulaciones. Al inicio del libro hay una cita que dice: ¿Por qué perder el tiempo en descubrir la verdad cuando es tan fácil crearla?, frase atribuida a una persona que «prefiere conservar el anonimato, ya que no está autorizado a hablar públicamente sobre cuestiones relativas a la verdad «. Y el prólogo, muy breve, dice:

– Dick, necesito una guerra.
– Bueno, como siempre ha venido al lugar adecuado, señor Creel.
– No será un conflicto típico.
– Nunca espero nada típico de usted.
– Pero lo tienes que vender. Tienes que hacer que lo crean, Dick.
– Puedo hacer que crean cualquier cosa.

Baldacci inventa, pero lo que describe parece terriblemente real… La política, la especulación financiera y el comercio están presididos por intentos de esconder los intereses propios con maniobras de distracción y para obtener el máximo posible de ganancias generando mentiras y hechos.

David Baldacci i portada de la seva obra Toda la verdad. Foto: Mark Coggins.
David Baldacci y portada de su obra Toda la verdad. Foto: Mark Coggins.

Las nuevas tecnologías ofrecen muchas posibilidades al engaño. Lo practican los medios de comunicación, en manos de intereses privados, sean o no privados los medios. El periodismo de investigación a menudo ha descubierto al gran público las fechorías del poder. Pero la fuerza de las redes sociales se basa en la credulidad de la gente (que ya existía ante los mensajes escritos: «Lo he leído en un libro», se decía, como si estuviera garantizada la verdad de la palabra impresa). Hoy, una acusación en un twit o una imagen manipulada en facebook o instagram son aceptadas sin reservas por muchísima gente, especialmente en política cuando hay desprestigio de las instituciones. Los enemigos de la democracia, de una u otra ideología, lo tienen más fácil que nunca. Trump ha podido hacer creer a millones de americanos, sin más prueba que su palabra, que le habían robado las elecciones. Está claro que las denuncias bien fundamentadas también llegan al instante a mucha más gente que antes. Al final, cada uno cree lo que está predispuesto a creer. Busca la confirmación. Quienes elaboran los mensajes saben lo que cada uno quiere oír, gracias a los «big data», y se lo dan (“gestionan la percepción”). El problema es que se propagan más fácilmente las ideas simplificadoras que la comprensión de la complejidad de los sistemas ecológicos y sociales. Y las simplificaciones son peligrosas: sean de un color o de otro, nos llevan a creer en pseudo-soluciones de consecuencias que pueden resultar catastróficas. Un ejemplo lamentable es la credulidad de muchos ante las «conspiraciones» en campos como la sanidad que hacen que se extienda el rechazo a las vacunas o que se crea que una pandemia sólo puede venir de manos malintencionadas.

Las acusaciones públicas sin pruebas de fraude electoral hechas por Donald Trump derivaron en el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. Video: EFE.

A la simplificación grosera y la gestión de la percepción se añaden otras dos tendencias propias de las sociedades masificadas y dirigidas por minorías: el exceso de información irrelevante (ruido), que ocupa y sustituye a la conciencia (Calasso, 2018), y lo que Halévy (1936) denomina «la organización del entusiasmo», que con tanto éxito inicial supieron desarrollar Hitler y Goebbels.

El autoengaño es un tema complejo que sólo mencionaré de paso. Nos autoengañamos porque queremos creer, sin evidencias, que todo va bien, que X nos ama, que somos indispensables en el trabajo, etc. O, en el sentido contrario, pensamos que todo va mal, que nuestro trabajo es prescindible, que X no nos ama (maestro, jefe, amante), etc. Recurro de nuevo a un thriller, Misterioso, de Arne Dahl (2010), donde uno de los personajes piensa de otro:

Como siempre, manifiestas tu descontento general buscando errores en los datos objetivos, transformas tus sentimientos en pensamientos y tus percepciones en datos.
A. Dahl, Misterioso

Esto hacemos de manera muy general, porque somos mucho más emocionales que racionales.

Preferimos ser felices que saber la verdad. Videoclip: canción “Màgic”, de Joan Colomo, interpretada por Cantàbile cor de noies.

Conclusión

En definitiva, vivimos en un mundo en el que la verdad es algo en gran parte inalcanzable. Nuestros sentidos perciben sólo determinados estímulos y no otros, nuestra mente tiene dificultades para separar lo que percibe con los sentidos de lo que la propia mente genera, nuestras acciones o nuestra mera presencia alteran la «realidad» en la que vivimos y que queremos observar y describir. El Homo sapiens no es tan sabio (Margalef decía que más bien era Homo energeticus). Le cuesta distinguir sus emociones y percepciones de los hechos y sus deseos y temores distorsionan su interpretación de la realidad. La mentira es un medio para obtener sus fines. Se miente tanto que a la mentira se le cambia el nombre (la llaman post-verdad o fake new, que quieren parecer menos inmorales; también hay expresiones más divertidas, como la de John Kobal que, cuando Cabrera Infante le comentó que el pasaporte de la actriz Gloria Grahame llevaba como año de nacimiento 1933 y que eso era imposible porque significaría que su primera película como vampiresa la hizo a los 11 años, dijo que sólo era verdad vestida de vanidad).

La mentira malintencionada debería de volver a ser considerada socialmente peligrosa y mal vista. Como en los comportamientos nocivos con el ambiente, la violencia de género, la discriminación de la diferencia, los delitos económicos, la corrupción, etc., la única protección real contra la mentira perversa es una decidida actitud de la mayoría de la sociedad. Al final, la verdad es una cuestión de valores e interpretaciones ampliamente compartidos. Si nos descuidamos, la mayoría puede aceptar que el mal es necesario, que no hay crisis climática, que hay que exterminar a algunos «otros» (personas o animales) para salvarnos o dejar que las epidemias maten a los pobres para disminuir el riesgo de insurrección, que la pobreza es consecuencia de la pereza o de la incapacidad, que vacunarse o tomar medicamentos es sólo hacer el juego a las industrias farmacéuticas… Hay que luchar contra estas mentiras, sabiendo que la mentira no desaparecerá del mundo porque es una muy vieja estrategia de la vida que la cultura no ha hecho más que potenciar en proporciones enormes y porque nos dejamos engañar no sólo por las mentiras de los otros sino también por nuestros deseos y temores. La verdad es fragmentaria y huidiza pero, como la libertad y otras utopías, buscarla es la opción por la dignidad civilizada frente a la barbarie que habita en todos y cada uno de nosotros.

Referencias:

Balzac, H. de, 2014. L’obra mestra desconeguda (original de 1831). Quaderns Crema. Barcelona. ISBN: 9788477271741.
Baldacci, D. 2008. Toda la verdad. Ediciones B, B de Book. Barcelona, Madrid.
Cabrera Infante, G. 1998. Cine o sardina. Ed. Alfaguara. Madrid. ISBN: 9788420482699.
Calasso, R. 2018. La actualidad innombrable. Ed. Anagrama. Barcelona.
Calvino, I. 1991. Por qué leer a los clásicos. Ed. Tusquets. Barcelona.
Dahl, A. 2010. Misterioso. Ed. Destino. Barcelona.
Halévy, E. 1936. L’Ère des tyrannies. Ed. Gallimard. París.
Lloret, F. Juegos de espejos en Ecología. http://blog.creaf.cat/es/noticies/juegos-de-espejos-en-ecologia/
Nietszche, F. 2007.  Així parlà Zaratustra (original de 1883-84). Quaderns Crema. Barcelona. ISBN 978-84-7727-075-1
Vallejo, I. 2019-20. El infinito en un junco. Ed. Siruela. Madrid.
Valmiki. 1982. Ramayana (original aprox. S. III a.C.). Ed. Iberia. Barcelona.
Voltaire. 1974. Zadig, Micromegas y otros cuentos (original de Micromegas 1752). Ed. Fontamara. Barcelona.
Waal, Franz de. 2016. ¿Tenemos suficiente inteligencia para entender la inteligencia de los animales? Ed. Tusquets. Barcelona.

 

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