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Una patria de aguas

El Mekong se divide en 9 brazos que forma el delta. Foto: ESA.
El Mekong se divide en 9 brazos que forma el delta. Foto: ESA.

El delta del Mekong ilustra la situación catastrófica en que se encuentran los espacios húmedos del planeta, a pesar de que llevamos medio siglo de convenios internacionales para protegerlos. El cambio climático, los juegos de poder, los acontecimientos históricos y las inercias culturales forman un cóctel que dificulta mucho revertir esta situación.

Agricultors amb un búfal aquàtic al delta del Mekong. Foto: Pixabay.
Agricultores con un búfalo acuático en el delta del Mekong. Foto: Pixabay.

Hace cincuenta años, se celebró en Ramsar (Irán) la Convención Internacional para la Protección de los Humedales. Ramsar está situado a orillas del Mar Caspio, un ecosistema con gravísimos problemas. El tratado de Ramsar fue el primero de los intergubernamentales sobre el uso sostenible de los recursos naturales. Las zonas húmedas mantienen una gran riqueza de biodiversidad y su papel en el funcionamiento global de la Biosfera es muy importante. En ellas se almacena el doble de carbono que en los bosques y tienen un papel amortiguador esencial frente a la subida del nivel del mar, pero en muchos lugares están gravemente amenazadas y su preservación no figura entre las Contribuciones Determinadas a nivel Nacional (NDCs) del Acuerdo de París. Y eso cuando el 90% de las zonas húmedas que existían ya han desaparecido bajo la presión urbanística y agrícola, por conflictos bélicos, por contaminación y caza, etc. Pero aún así, mantienen unos mil millones de personas en el mundo (Rojas, 2021).

Vista de Ramsar (Iran) des del telecabina. Foto: Daniyal62 via Flickr.
Vista de Ramsar (Iran) desde el telecabina. Foto: Daniyal62 vía Flickr.

De las desgracias de algunas zonas húmedas he hablado en una serie de artículos sobre la guerra de las marismas de Mesopotamia, la guerra Irán-Irak, la invasión de Irak a Kuwait y la de los aliados en Irak (las guerras del petróleo), en un artículo sobre el Salton Sea y en otro sobre los humedales de Florida. Esta vez quiero referirme a otra área muy importante y también muy afectada por los conflictos y la mala gestión. Pero necesito hacer un poco de historia.

La Indochina francesa

El delta del Mekong es uno de los lugares del mundo más amenazados por la subida del nivel del mar. Es un territorio fascinante. Pierre Brocheux (2009) explica que, cuando Francia dominaba Indochina, hizo una política de drenaje de los humedales (iniciada con la construcción de canales a partir de 1880) y de creación de establecimientos humanos estimulada por créditos bancarios. Brocheux analiza cómo, de las condiciones económicas generadas, y sobre todo del endeudamiento por los préstamos, se derivó una creciente problemática social. Los franceses tenían monopolios públicos o privados de los bancos y de los cultivos principales (entre ellos el opio, que fue un factor determinante en el imperialismo británico y francés en China) mientras que los habitantes originales del país fueron despojados, se convirtieron en trabajadores a sueldo y pagaban impuestos considerables por las ganancias de actividades de mera subsistencia. Se dieron abusos criminales y discriminación racista, como en otros casos de colonialismo, aunque el esplendor de antiguas civilizaciones en la región, como la Khmer o Jemer de Camboya de los siglos IX-XIII, con los templos de Angkor, debería haber puesto en evidencia que los europeos no trataban con ninguna «raza inferior».

Temple d’Angkor Wat, a Cambodja. Foto: Javier Gil, via Wikimedia Commons.
Templo de Angkor Wat, en Camboya. Foto: Javier Gil vía Wikimedia Commons.

Sin embargo, hubo un tiempo de fuerte crecimiento económico, gracias sobre todo a los yacimientos de antracita, y se formó, a partir de 1920, una limitada burguesía indígena. Había, en 1920, en el sur de Indochina, grandes propietarios arroceros (franceses algunos, pero sobre todo vietnamitas) y un campesinado pobre y endeudado a menudo con los mismos propietarios. Mientras, las empresas que exportaban carbón, caucho y arroz hacían buenos negocios a través de comerciantes chinos. La situación cambió con la caída del precio internacional del arroz en 1930. Este precio determinaba el precio interior (el arroz era el alimento básico) y también lo que ganaban los trabajadores. Hubo una crisis dura. Con la crisis, el partido comunista hizo rápidos avances entre el campesinado, que se vio en buena parte forzada a cultivar el mínimo y volver a la pesca y la caza. Los franceses hicieron préstamos muy importantes para salvar la situación, pero estos préstamos fueron para unos pocos cientos de propietarios y empresarios (como suele ocurrir). Las clases medias urbanas también sufrieron bastante, con pérdidas de puestos de trabajo y rebajas de sueldo. Parte de los trabajadores de las ciudades se volvieron al campo. El malestar creció y la fuerza de los comunistas también. Durante la II Guerra Mundial, Japón ocupó Indochina. Cuando la abandonó, con el vacío de poder se produjo la insurgencia del Viet Minh, que proclamó la independencia y, cuando ésta no fue aceptada por los franceses, estalló la Guerra de Indochina (1946-1954) que acabó con la independencia por separado de Laos, Camboya y Vietnam, después de que las tropas del general Gíap rodearan a los franceses en Dien-Bien-Fu y los forzaran a la rendición.

El general Giáp amb les unitats anti-aèries tras la victoria de Dien-Bien-Fu el 1954. Foto: manhhai via Flickr.
El general Giáp con las unidades anti aéreas después de la victoria de Dien-Bien-Fu en 1954. Foto: manhhai vía Flickr.

Las condiciones del delta

El delta del Mekong tiene un clima monzónico, con lluvias fuertes de gran potencial erosivo durante la estación húmeda. La deforestación, por tanto, conlleva un riesgo muy grande de degradación de los suelos. Por otra parte, las zonas elevadas y otras partes de Indochina son pobres, salvo el delta, como ocurre a menudo en las regiones tropicales, ya que la vegetación retiene la mayor parte de los nutrientes. En 1957, los bosques tropicales de hoja ancha cubrían la mitad de la superficie del país y 2/5 partes más tenían bosques tropicales secos y sabanas. Habría que añadir extensiones considerables de bambú y, ya en el delta, de manglar. Sólo el 33% de los bosques eran vírgenes, la mayor parte ya habían sido alterados por sistemas de tala y quema para hacer cultivos. Marguerite Duras describe estas condiciones en su novela El amante, en parte autobiográfica, premio Goncourt en 1984, sobre el paisaje de fondo de aquel delta. Del libro se hizo un filme del mismo título en 1991, dirigido por Jean-Jacques Annaud. En sus memorias dice Duras:

Quién explicará jamás el olor de la tierra caliente que humeaba junto al río después de la lluvia. El de algunas flores. El de un jazmín en un jardín… Mi país natal es una patria de aguas.

Marguerite Duras, El amante

Duras explica en El amante una historia de amor entre una escolar francesa de 14 años y un chino de 26, y el libro es también una historia de relaciones familiares, situada a principios de la década de 1930, pero el entorno está muy presente. Por ejemplo, cuando se rompe un dique y la casa donde vive con su familia está a punto de ser engullida por las aguas:

los alrededores del transbordador, el río llega a ras de borda, su agua en movimiento atraviesa las aguas estancadas de los arrozales sin mezclarse. Ha arrastrado todo lo que ha encontrado desde el Tonlesap, la selva camboyana. Se lleva todo lo que le sale al paso, cabañas de paja, selvas, incendios apagados, pájaros y perros muertos, tigres, búfalos y hombres ahogados, islas de jacintos de agua aglomerados, todo marcha hacia el Pacífico, nada tiene tiempo de hundirse, todo se lo lleva la tormenta profunda y vertiginosa de la corriente interior, todo queda en suspenso en la superficie por la fuerza del río. (…) La casa está construida en un terraplén que lo aísla del jardín, de las serpientes, los escorpiones, de las hormigas rojas, de las inundaciones del Mekong, de las que siguen a los grandes tifones del monzón. Esta elevación de la casa sobre el suelo permite lavarla con grandes cubos de agua, regarla del todo, como un huerto.

Marguerite Duras, El amante

Las acertadas predicciones de Graham Greene

El Mekong y toda Indochina han sido escenarios de larguísimos conflictos bélicos a lo largo del siglo XX. Una novela importante para entenderlos es El americano pacífico (1965; hay ediciones con el título de El americano tranquilo), de Graham Greene, publicada en inglés en 1955 y situada en Indochina entre 1952 y 1955, sobre todo en Saigón, con dos protagonistas, un periodista inglés y un agente encubierto de la CIA. El tema es el mal uso de la propaganda yanqui: se hace una crítica de los objetivos de la política exterior americana, mucho antes de la intervención directa de los Estados Unidos. El filme The Quiet American, de 1958, dirigida por Joseph Mankiewicz, un gran director pero de ideas muy derechistas, alteró la historia de Greene: culpabilizaba a los norvietnamitas de los atentados terroristas (en la novela son provocaciones anticomunistas), el espía estadounidense en el filme no era espía, y se perdía el mensaje contra la guerra de Greene, quien, naturalmente, se enfadó mucho. La versión de 2002, dirigida por Philip Noyce, con Michel Caine, es mucho más fiel al libro, el cual, según el New York Times, fue la biblia de los periodistas que fueron a Vietnam: predecía con años de anticipación las políticas que siguieron allí los Estados Unidos… La vida en el delta del Mekong fue filmada magníficamente en Vidas flotantes (2010) por Quanng Binh Nguyen Phan, sobre una novela de Nguyen Ngoc Ti.

Fotograma de la pel•lícula The Quiet American (1958), de J.M. Mankiewicz. Imatge: manhhai via Flickr.
Fotograma de la película The Quiet American (1958), de J.M. Mankiewicz. Imagen: manhhai vía Flickr.

Los efectos de la guerra sobre el entorno del delta

Siguiendo el pronóstico de Greene, los americanos entraron en guerra. Entre 1964 y 1973, dejaron caer sobre Vietnam, Camboya y Laos más de 2 millones de toneladas de bombas. Del orden de 100.000 hectáreas de bosques fueron arrasadas completamente y 5 millones de hectáreas más fueron afectadas. Unas 150.000 eran de manglares. Estas bombas han producido una compactación de los suelos y en sus cráteres embalsados ​​ha proliferado el mosquito Anopheles maculatus, vector de la malaria. Además, se lanzaron herbicidas en inmensas cantidades: unas 100.000 toneladas sobre el 44% del área total del delta. El objetivo era impedir que los guerrilleros del Vietcong encontraran escondite y que los agricultores les ayudaran. Estos herbicidas eran mezclas de productos, algunos muy activos, como el famoso Agente Naranja, que contiene una dioxina cancerígena y mutágena cuyos efectos han sido muy graves: niños nacidos con deformaciones, alta frecuencia de cánceres, sobre todo de hígado, etc., así que, además de defoliación, se causaron muchas muertes de personas, pájaros, ganado y peces. Los efectos de la dioxina perduran aún hoy, medio siglo después, y el gobierno de Vietnam habla de 1.300.000 niños con algún tipo de discapacidad. Más de 200.000 americanos fueron examinados como posibles afectados y muchos hijos de estos soldados presentaron también discapacitaciones.

Grup de nens amb discapacitats derivades de l’agent taronja a Vietnam. Foto: Alexis Duclos via Wikimedia Commons.
Grupo de niños con discapacidades derivadas del agente naranja en Vietnam. Foto: Alexis Duclos vía Wikimedia Commons.

También se lanzó napalm y se emplearon parejas de bulldozers que arrastraban, con cadenas enormes, unas hojas de acero de 3 m de ancho, con las que se abrían paso en el bosque eliminando los árboles y dañando considerablemente el suelo superficial, para evitar que los guerrilleros del Vietcong se escondieran en los bosques y tendieran emboscadas. Los manglares de Rhizophora spiculata también fueron muy atacados y la degradación del suelo en estos hábitats ha sido considerable. En 1968, los estadounidenses trataron de separar al Vietcong de la población trasladando los campesinos a las ciudades. Entre una cosa y otra, la estructura rural de Vietnam del Sur y del delta quedó prácticamente destrozada. En 2012, se activó un plan estadounidense, compensatorio de estas destrucciones, destinado a la limpieza de la zona de Da Nang, una ciudad de cerca de un millón de habitantes que es uno de los destinos turísticos más importantes de Vietnam: cerca de su aeropuerto los americanos tuvieron durante la guerra un depósito de bidones de Agente Naranja.

Fotografia de Phan Thi Kim Phúc, la nena que es va convertir en símbol de la guerra del Vietnam per patir els efectes del naplam. Foto: Nick Ut, via manhhai via Flickr.
Fotografía de Phan Thi Kim Phúc, la niña que se convirtió en símbolo de la guerra de Vietnam por padecer los efectos del naplam. Foto: Nick Ut, subida por manhhai vía Flickr.

Lo que ha ido pasando en Camboya, en Laos y parte del sur de China ha afectado también a la cuenca del Mekong. De la guerra química en estos países no se sabe gran cosa. Guerras, talas y conflictos sociales han dejado los suelos expuestos a las precipitaciones y se han erosionado, han perdido nutrientes o han desarrollado una corteza dura (proceso, este último, que se denomina laterización). Las zonas deforestadas dejan correr el agua y el riesgo de inundación aumenta durante las lluvias estivales, mientras que los inviernos se han vuelto más secos. Se dice que Ronald Reagan hizo el siguiente comentario:

Es estúpido hablar de cuántos años debemos pasar en las junglas de Vietnam cuando podríamos asfaltar todo el país entero, pintar rayas amarillas y hacer plazas de aparcamiento y todavía ir a casa por Navidad.

Ronald Reagan

Una fanfarronería digna de Donald Trump. Reagan pensaba que la verdadera lección que aprender de la guerra del Vietnam era que la seguridad en el propósito y la ejecución implacable son lo que ganan las guerras. El General LeMay creía que había que decir francamente a los vietnamitas que si no cesaban sus agresiones les bombardearían hasta volverlos a la Edad de Piedra. El odio de los imperios contra un enemigo pequeño pero imposible de doblegar, que deja su poder en ridículo, puede ser así de brutal. Nada nuevo. Los romanos hicieron salar las tierras de Cartago. Durante las guerras, la destrucción del entorno ha sido una táctica aplicada a menudo, que se conoce como de tierra quemada. En las guerras de la Antigüedad se quemaban los cultivos, especialmente los campos de cereales y los almacenes de alimentos, pero esto pronto se amplió a la destrucción de refugios, vías de transporte y todo cuanto pudiese ser necesario para la vida de las poblaciones enemigas. Hay muchos ejemplos históricos, quizás los más conocidos sean los de los ejércitos rusos retrocediendo ante los de Napoleón o Hitler, dejando ante estos un país desolado, sin alimentos ni recursos ni protección contra el frio.

Batalla de Krasnoi. Pintura: Peter von Hess via Wikimedia Commons.
Batalla de Krasnoi. Pintura: Peter von Hess vía Wikimedia Commons.

Camboya y los jemeres rojos

En Camboya, en el periodo de los jemeres rojos (1975-79) que siguió a la guerra de Vietnam, el gobierno comunista de Pol Pot intentó crear un sistema libre de cualquier tentación burguesa ejecutando a todos los «sospechosos», empezando por los políticos opositores y por los intelectuales, médicos y otros universitarios, deportistas, etc… Un genocidio de cerca de dos millones de personas asesinadas, muertas de hambre o de agotamiento físico por exceso de trabajo. Hizo quemar bibliotecas, prohibió el uso de medicamentos e incluso de gafas (que consideraba símbolo de intelectualismo: sólo por llevarlas ya podías ser ejecutado), hizo destruir los vehículos motorizados. Se reguló todo. Cada ciudadano debía entregar diariamente dos litros de orina para abono. La gente de las ciudades fue enviada al campo, porque sólo los campesinos eran considerados sanos de espíritu. Pol Pot hizo evacuar totalmente Phnom Penh, con la excusa de un posible ataque estadounidense, evacuación que se hizo a pie o en carro, jóvenes y viejos y enfermos, y mucha gente murió en esta evacuación. Se trata de un caso de re-ruralización forzada que no puede gustar ni a los más opuestos al crecimiento urbano.

Chum Mey és un dels 15 supervivents de la presó de Tuol Seng, on durant el genocidi de 1975 van ser assassinades 20.000 persones. Foto: Iwan T via Flickr.
Chum Mey es uno de los 15 supervivientes de la prisión de Tuol Seng, donde durante el genocidio de 1975 fueron asesinadas 20.000 personas. Foto: Iwan T vía Flickr.

Pol Pot, pro-chino, cometió el error de atacar algunos lugares de Vietnam y este país invadió Camboya y estableció un gobierno pro-soviético. Tristemente, la ONU, con el apoyo de Estados Unidos, China y Tailandia, reconoció como legítimo el gobierno genocida de Pol Pot, pero este vio cada vez más reducido su territorio y las peleas internas dispersaron a los jemeres rojos. Pol Pot murió de un ataque al corazón en 1998 bajo arresto domiciliario y nunca fue juzgado. El filme Los gritos del silencio (1984), de Roland Joffé, cuenta la vida de un periodista estadounidense y su amigo camboyano durante el dominio de los jemeres rojos. Camboya es un país relativamente pequeño, pero su drama humano está a la altura de los más terribles episodios del sanguinario siglo pasado.

Vista de Phnom Penh des d’un helicòpter estatunidenc el 1975. Foto: Departament of Defense Phoco (USMC) A150857 via Wikimedia Commons.
Vista de Phnom Penh desde un helicóptero estadounidense en 1975. Foto: Departament of Defense Phoco (USMC) A150857 vía Wikimedia Commons.

Esta pesadilla llevó a los acuerdos de 1991 en París y a un proceso de paz que no acabó hasta 1995. Hoy todavía Camboya sufre un grado enorme de corrupción, las infraestructuras básicas son casi inexistentes, hay explotación sexual y ningún respeto por los derechos humanos ni la libertad de expresión. Los bosques se están talando ilegalmente sin que el gobierno lo impida (al contrario) y la madera se exporta a China. La expropiación de tierras de cultivo y bosques para hacer concesiones a grandes corporaciones ha desplazado a unas 700.000 personas sin consultarlas ni compensarlas (según explica el grupo Licadho de derechos humanos de ese país). En 14 años, las empresas agroindustriales han talado unos 14.000 km2 de jungla para plantar caucho, palma de aceite, caña de azúcar, casava, etc. Otro informe habla de 2.000 km2 perdidos anualmente. Puede que sea el país con la deforestación más rápida de todo el mundo (si no lo supera ya el Brasil de Bolsonaro). Se han producido asesinatos y amenazas de muerte contra quienes se oponen a la devastación. La policía no actúa. Hay organizaciones populares que sí, y confiscan madera, aserraderos e incluso bulldozers cuando pueden, diciendo que los devolverán cuando a ellos les devuelvan sus tierras. Pero en medio de este embrollo se está desarrollando el ecoturismo, con el apoyo del Fondo Mundial para el Medio Ambiente

Caminada pel dret a la terra a Cambodja. Foto: Witness.org via Flickr.
Marcha por el derecho a la tierra en Camboya. Foto: Witness.org vía Flickr.

Laos

El ejército norvietnamita, en lucha contra los estadounidenses y el de Vietnam del Sur, ocupó posiciones en Laos y organizó una guerrilla local, el Pathet Lao, a la que apoyaba con armas. Los americanos respondieron con más de medio millón de ataques aéreos con B-52 que se calcula que dejaron caer, entre 1964 y 1973, un promedio de media tonelada de explosivos (bombas de racimo) por habitante sobre las zonas donde se concentraba más población. Ni que decir tiene que esto provocó terribles efectos ambientales. Los muertos fueron del orden de un millón. Se dice que no queda ningún edificio anterior a los bombardeos. Como el Pathet Lao y los norvietnamitas destruyeron al ejército real de Laos, la lucha sobre el terreno enfrentó a los comunistas con los americanos y sus aliados tailandeses. El rey abdicó a finales de 1975, ya después de la caída de Saigón, y se creó la República Democrática de Laos, bajo la protección de las tropas de Vietnam del Norte, que no se retiraron del país hasta 1990. Laos sigue bajo una fuerte influencia vietnamita.

La pressió urbanística sobre el riu Mekong és més que evident. Foto: Daniel Berthold via Wikimedia Commons.
La presión urbanística sobre el río Mekong es más que evidente. Foto: Daniel Berthold vía Wikimedia Commons.

Embalses

Después de las guerras, las alteraciones en el entorno debidas a la construcción de embalses gigantes, la deforestación, la alteración del litoral y el crecimiento urbano han llevado a una situación que, con el calentamiento global, es muy inquietante. Hay seis embalses enormes en China que afectan mucho al funcionamiento hidrológico de la cuenca, a su geomorfología y a los sedimentos (reducidos entre el 33 y el 50%) que llegan al delta del Mekong. En Laos, ya hace 50 años, se comenzaron a construir una serie de grandes embalses para producir electricidad. En los próximos años se construirán al menos 70 grandes embalses nuevos. La ambición del país es ser el más avanzado en energías limpias, parte de las cuales se venderán a los países vecinos, y quizás Laos podrá beneficiarse si los países ricos pagan por sus emisiones a los productores de energía limpia en el mercado del carbono. Pero el caudal del río aguas abajo de los embalses se ha reducido un 10% en los últimos 30 años.

El riu Mekong travessa cinc països: La Xina (on es diu Lancang), Laos, Tahilàndia, Cambodja i Vietnam. Mapa: Shannon1 via Wikimedia Commons.
El río Mekong atraviesa cinco países: China (donde recibe el nombre de Lancang), Laos, Tailandia, Camboya y Vietnam. Mapa: Shannon1 vía Wikimedia Commons.

La idea del gobierno de Laos es construir la presa más importante en Don Sahon, que está cerca de la frontera con Camboya. Inundaría un territorio muy extenso y también bloquearía el único canal que funciona todo el año como ruta para los peces migratorios. Algunos hidrólogos creen que el impacto de esta presa será muy grave para el delta y para parte de sus habitantes. Camboya ha renunciado a construir un par de grandes presas sobre el Mekong, pero el resto de proyectos sobre los afluentes sigue su curso. Son unos 40 embalses, en teoría para defenderse del cambio climático. La inundación de amplios territorios camboyanos forzará a desalojar poblados tribales, como ocurre en el caso mencionado de Don Sahon en Laos, donde hay un centenar de poblados amenazados de desaparición. Estos poblados, que siempre han vivido de la pesca, el arroz, la caza y la recolección, son accesibles sólo con embarcaciones o ciclomotores, ya que no hay carreteras. La gente que vive allí cree en los espíritus del bosque y en el dios del río, y es al río al que rezan para pedir buenas cosechas. Una parte de estas poblaciones se oponen a ser trasladadas, rechazan las nuevas casas (todas iguales) y tierras que les ofrecen, y están resentidas con la compañía constructora porque se ha apropiado de colinas que habían considerado suyas desde siempre. Los que se han desplazado han encontrado que la electricidad prometida no estaba conectada, el centro de atención sanitaria no estaba aún terminado, el terreno era fangoso y las casas muy pequeñas, de una sola habitación, y sin agua potable, con goteras y retretes exteriores de los que brota el agua. Además, necesitan dinero para pagar servicios, pero esta gente no gana dinero, ya que su economía es de subsistencia. Los embalses en China, Laos y Camboya reducirán las aportaciones de sedimentos al delta y también la biomasa de peces en el conjunto del delta se ha calculado que disminuirá más de un 9%, y por tanto también las capturas que producen la mayor parte de las proteínas que consumen los pobladores. Esto y las nuevas condiciones climáticas han obligado a diversificar los cultivos. Por desgracia, una de las consecuencias del incremento de la temperatura por el calentamiento global ha sido la aparición de plagas que antes eran raras o desconocidas, lo que obliga al uso de más plaguicidas. Las previsiones son que el aumento térmico reduzca la producción de arroz entre un 15 y un 25%. Esto puede ser crítico para millones de personas. Para evitarlo, se ha iniciado una carrera para obtener nuevas variedades más resistentes de arroz.

Arrossars al delta del Mekong, Vietnam, en una imatge del satèl·lit Copernicus Sentinel1. Foto: European Spatial Agency via Flickr.
Arrozales en el delta del Mekong, Vietnam, en una imagen del satélite Copernicus Sentinel1. Foto: Agencia Espacial Europea (ESA) vía Flickr.

Hoy viven en el delta del Mekong unos 70 millones de personas, las cuales dependen para su alimentación del sistema fluvial que permite pescar y cultivar el arroz. El río, ya en Vietnam, se divide en nueve bocas al llegar al mar del Sur de China. El paisaje del delta es una red de canales, diques, arrozales, y pequeños pueblos, con cultivos intensivos. Desde 1990, unas 600.000 hectáreas se han convertido en arrozales que dan tres cosechas anuales: en el delta del Mekong se produce el 20% del arroz mundial. Estos arrozales eran bosques y manglares hace 60 años. Los manglares suponían una protección contra los efectos de los tifones y las subidas del mar, pero fueron eliminados por la guerra y para aumentar los arrozales, y también sufrieron cuando los pueblos litorales comenzaron a criar gambas, porque para ello necesitaban agua de mar que sacaban de pozos o llevaban con canales, salinizando los manglares. De estos ahora sólo quedan vestigios y los poblados están más en riesgo por las mareas y tormentas, riesgo que se incrementa a medida que sube el nivel del mar.

Manglar de palmeras en el delta del Mekong, Vietnam. Foto: autan via Flickr.
Manglar de palmeras en el delta del Mekong, Vietnam. Foto: autan vía Flickr.

El delta está siendo seriamente afectado por el cambio climático. Hay episodios de clima más extremo, con sequías más largas, lluvias más fuertes, inundaciones mayores y temperaturas mucho más elevadas de las que nunca se habían observado. El nivel del mar seguirá subiendo, erosionando la costa e inundando progresivamente el litoral llano. Además, los deltas, en general, sufren procesos de hundimiento del terreno (lo que se conoce técnicamente como subsidencia), sobre todo cuando se interrumpe con embalses la llegada de nuevos sedimentos: los embalses de Laos y Camboya que están en proyecto afectarán, según los expertos, la seguridad alimentaria de la población local (y no sólo la local). Ahora, en el delta del Mekong ya llegan sólo la mitad de los sedimentos que llegaban en 1990 (el problema lo conocemos bien por el caso del delta del Ebro).

El delta del Mekong vist des de l'espai. Imatge: Agència Espacial Europea (ESA) via Wikimedia Commons.
El delta del Mekong visto desde el espacio. Imagen: Agencia Espacial Europea (ESA) vía Wikimedia Commons.

A la falta de llegada de sedimentos se añade que hay extracción de arenas para la construcción (un tema que también fue un problema en el delta del Llobregat). Una subida del mar de 50 cm obligaría a evacuar millones de personas. Las mareas altas y la salinidad ya hoy tienen efectos negativos. El agua de mar a veces sobrepasa los diques y perjudica a la pesca y el arroz, y es que el nivel del mar ha subido un palmo los últimos 50 años. Si se cumple el pronóstico de la ONU, en 2050 habrá subido 26 cm más y el 70% de la ciudad más poblada de Vietnam, Ciudad Ho-Chi-Minh, podría quedar inundado. Es una de las 10 grandes ciudades del mundo más vulnerables al cambio climático. El 60% de la población urbana de Vietnam vive a sólo 1,5 metros por encima del actual nivel del mar. Paradójicamente, en muchos lugares del delta de uno de los cinco ríos más largos del mundo, uno de los problemas más serios es disponer de agua dulce potable.

Ho-Chi-Minh és la ciutat més poblada de Vietnam. Foto: Yuichi Kosio via Flickr.
Ho-Chi-Minh es la ciudad más poblada de Vietnam y una de las 10 grandes ciudades del mundo más vulnerables al cambio climático. Foto: Yuichi Kosio vía Flickr.

El problema general de las zonas húmedas

Los problemas de las zonas húmedas costeras no se limitan al delta del Mekong o al Ebro y el Llobregat, al Mississipi y a Mesopotamia. Como decía al principio, son muy generales, y el cambio climático las amenaza a todas. En el informe de la Intergovernmental Science-Policy Platform, Biodiversity and Ecosystem Services (IPBES 2018) ya señalaban que los humedales están entre los ecosistemas más alterados, y que el 87% han sido destruidos durante los últimos tres siglos. A escala mundial, entre 1996 y 2010, al menos un 12% de los manglares han sido destruidos (Thomas et al. 2017)… En China, en los últimos 50 años se han destruido la mitad de estos espacios para construir muros marítimos y edificar en los terrenos «recuperados», pero el gobierno chino, en 2018, anunció que los proyectos que no estén autorizados serán parados y se derribarán las construcciones que ya se hayan hecho, y que en adelante sólo se permitirán aquellos que sirvan a propósitos muy específicos, como es la defensa nacional. El delta del Pearl, en China, es la mayor y más poblada zona urbana del planeta, con una red de ciudades de 120 millones de habitantes y una de las regiones con una economía más dinámica de Asia. También allí, el rápido crecimiento conlleva problemas de abastecimiento en agua potable, ya que la calidad de la de los ríos ha bajado mucho. Una cuarta parte de las especies de peces están en riesgo de extinción. La subida del nivel del mar es una amenaza seria.

Hong Kong està situada en el delta del Pearl, la zona urbana més gran i més poblada del planeta. Foto: Benh LIEU SONG via Wikimedia Commons.
Hong Kong está situada en el delta del Pearl, la zona urbana más grande y más poblada del planeta. Foto: Benh LIEU SONG vía Wikimedia Commons.

Unas palabras sobre el riesgo creciente de inundaciones ligado a la subida del nivel del mar. Se calcula que, si ahora se considera que un evento de este tipo es posible una vez cada siglo, en 2050 lo será, si seguimos en la tendencia actual, cada entre 1 y 5 años en determinadas áreas del planeta (que incluyen Barcelona, el Empordà, el área del estrecho de Gibraltar, Lisboa, Galicia y el País Vasco, el Reino Unido, litorales mediterráneos de Francia e Italia occidental, además de Bangladesh, el delta del Nilo, gran parte de las costas de América del Norte, Japón, China meridional, etc.). La construcción de sistemas de mitigación requiere tiempo e inversiones y no podemos esperar veinte años para reaccionar.

Algunas cuestiones sobre la biodiversidad

Un tema de conservación que preocupa en el Mekong y otros lugares es el de los peces migradores ante la proliferación de embalses para generar energía y otros usos que fragmentan sus hábitats. Recientemente, esta cuestión ha sido planteada por la cuenca amazónica occidental, donde hay 142 embalses hidroeléctricos ya hechos o en proceso y 160 más en estudio. La primera especie que ya está afectada es el «dorado» (Brachyplatystoma rousseauxii), un pez que llega a los 2 metros de largo y que está desapareciendo. Las esclusas le impiden llegar a los lugares donde pone los huevos y, aunque en algunos casos se han habilitado canales para permitir su paso, el sistema no funciona, quizá porque la alteración de la corriente hace que el pez soslaye estos pasos.

Dibuix de Brachyplatystoma rousseauxii fet per Jaques Burkhardt el 1865. Imatge: Ernst Mayr Library, Museum of Comparative Zoology, Hardward University, via Flickr.
Dibujo de Brachyplatystoma rousseauxii hecho por Jaques Burkhardt en 1865. Imagen: Ernst Mayr Library, Museum of Comparative Zoology, Hardward University, vía Flickr.

Además de los peces, otros animales, p.e. mamíferos como los delfines de agua dulce y las nutrias, suelen migrar arriba y abajo de los ríos amazónicos y se pueden ver afectados. Los embalses impiden las inundaciones parciales de los bosques en la estación más lluviosa, que muchos peces aprovechaban para encontrar complementos alimenticios, sobre todo frutos, a la dispersión de los cuales contribuían, y esto puede cambiar sustancialmente el ecosistema. Como el oportunismo es habitual en la naturaleza, otras especies están cambiando sus costumbres, pero no sabemos los efectos que esto provocará. Los proyectos de drenaje de ríos para facilitar la navegación en el Perú y la peligrosa política de Bolsonaro de aprovechamiento de las selvas en Brasil también pueden tener efectos importantes. Y, naturalmente, hay procesos de retención de sedimentos, deforestación y cambio climático que son muy generales (Fraser, 2018).

Grup de daurades grosses (Pluvialis apricaria) i fredelugues (Vanellus vanellus) al Delta del Llobregat. Foto: Ferran Pestaña via Wikimedia Commons.
Grupo de chorlitos dorados (Pluvialis apricaria) y avefrías (Vanellus vanellus) en el delta del Llobregat. Foto: Ferran Pestaña vía Wikimedia Commons.

Los deltas son lugares de especial importancia para la biodiversidad y para la vida de muchos millones de personas. En todos ellos hay riesgos de subsidencia, falta de sedimentos nuevos, salinización, subida del nivel del mar y regresión. Si no cambian las dinámicas actuales, su futuro es muy oscuro. Nos tocan de muy cerca, además del delta del Ebro, en franca recesión, el del Llobregat, amenazado por los proyectos de expansión del aeropuerto y el puerto. En febrero de este año, la Comisión Europea abrió expediente a España por dejadez ambiental en la protección del delta del Llobregat, incluido en la Red Natura 2000 y considerado de gran importancia para los pájaros migratorios. En este país nuestro, todavía se ve siempre como la solución más fácil destruir los espacios naturales, por más que su importancia esté internacionalmente reconocida. En esto, no avanzamos. De inmediato se critica la «cultura del no» que impide el progreso económico, cuando si hay una cultura del no es como respuesta a la cultura del «toma el dinero y corre», aprovechando la expresión de Woody Allen, que ha llevado a tantos desastres urbanísticos: el no es un clamor para pedir un planeamiento que ponga en el lugar que se merece la protección del entorno, que ha de estar  sin duda por delante de facilitar el turismo de masas y borracheras. Estos defensores del «progreso» son a menudo los que nos avisan que habrá que ir pensando en irse a otro planeta, como si hubiera alguno habitable a cuatro pasos. La Tierra, contaminada y enferma de nuestros excesos, aún es mucho más habitable que ningún otro lugar del espacio conocido y colonizable, ya no digamos Marte, donde las condiciones son mucho más difíciles. Y si hubiera un planeta habitable a algunos años luz, ¿cómo llevaríamos allí 7500 millones de personas? Sólo huirían los que se habrían enriquecido destruyendo nuestro mundo. Más vale preservar la Tierra. Pero los deltas están sin duda al frente de la lista de vulnerabilidades ante el calentamiento global y la expansión urbana, y no son sólo importantes para los pájaros que viven en ellos; lo son para todos nosotros. Tengámoslo presente.

Referencias

Brocheux, P. 2009. The Mekong Delta: Ecology, Economy, and Revolution, 1860-1960. University of Wisconsin-Madison, Center for Southeast Asian Studies Monograph.

Duras, M. 1984. L’Amant. Ed. Minuit.

Greene, G. 1965. L’americà pacífic. Ed. Vergara, Barcelona. (L’original en anglès és de 1955).

Fraser, B. 2018. Dam building binge in Amazon will shred ecosystems, scientists warn. Environment, Latin America, Plants & Animals. doi:10.1126/science.aat1734

Rojas, M. 2021. Why the Convention on wetlands matters more than ever. Thomson Reuters Foundations News.

Thomas, N., R. Lucas, P. Bunting, A. Hardy, A. Rosenqvist, M. Simard. 2017. Distribution and drivers of global mangrove forest change, 1996–2010. PLoS One, 12(6): e0179302.

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