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Pensamiento sostenibilista

En esta entrada de vacaciones, Jaume Terradas reflexiona y recomienda el libro Ambient, Territori i Paisatge: Valors i Valoracionsde Ramon Folch y Josepa Bru.

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Ambient, territori i paisatge: valors i valoracions es el título del libro que han publicado recientemente el socioecólogo Ramon Folch y la geógrafa Josepa Bru. Se trata de un intento valiente de enfrentarse al confuso panorama de conceptos en que se mueven los que tratan, desde uno u otro punto de vista, la ‘cuestión ambiental’. El objetivo declarado ya en el título es hablar de valores y valoraciones. Ponen así los autores el dedo en la llaga. En mi último artículo sobre Las raíces del cielo decía que hay dos visiones predominantes, la de los que defienden una ecología reformista que insiste en valorar patrimonio y servicios naturales de manera cuantificada, para poder incluirlos en la contabilidad de cada proyecto y, por otra parte, la de los que parten de un planteamiento ético radical (para simplificar, hablé de ecología profunda, aunque esta corriente filosófica parece haber pasado de moda: se trata en todo caso de poner por delante los valores, como lo hacen la mayoría de movimientos ecologistas). Con esta clasificación binaria grosera (en realidad, hay un gran lío de puntos de vista y maneras de actuar), pretendía separar a los que creen que nuestro modelo económico se debe corregir con aportaciones tecnológicas y metodológicas de los que creen que hay que cambiarlo de arriba abajo (en qué dirección, ya es una cuestión diferente y hay más proclamas que programas). Pues bien, los autores pretenden demostrar que pensar en valores o en valoraciones no implica visiones incompatibles. Para ello, parten de una genealogía de los conceptos básicos desde el Renacimiento a la actualidad. Como hoy cada uno entiende cosas diferentes para palabras como ambiente, territorio o paisaje, esta tarea es ciertamente necesaria.
catena

Los paisajes a menudo se han representado con esquemas en forma de catenas. A) Vegetación de una duna estabilizada en Doñana: se ven los cambios en las comunidades relacionados con la topografía. B) Corte esquemático de un corral típico de Doñana y las dunas que lo limitan y avanzan a medida que sepultan los pinos. Fuente: Ecología de la Vegetación (Jaume Terradas, Editorial Omega, 2001)
Con esta clasificación binaria grosera (...), pretendía separar a los que creen que nuestro modelo económico se debe corregir con aportaciones tecnológicas y metodológicas de los que creen que hay que cambiarlo de arriba abajo (en qué dirección, ya es una cuestión diferente y hay más proclamas que programas).

En ciencia es habitual emplear palabras de uso común como ‘fuerza’ o ‘energía’, y en el uso científico estos conceptos están bien definidos y se sabe cómo medirlos. Pero mucha pseudomedicina y algunas creencias emplean el término ‘energía’ de una manera más bien mística que no tiene nada que ver con la precisión de la física. Esta es la gran dificultad con que se enfrenta el libro. Nos cuenta la diferencia entre ambiente, territorio y paisaje, entre preservacionismo, conservacionismo y ambientalismo, etc., de una manera inteligible y que podría servir de base para un desarrollo interdisciplinario que entendiera realmente cómo tener cuenta de los valores y también cómo hacer las valoraciones. Naturalmente, el camino sigue lleno de dificultades. Los físicos saben cómo y en qué unidades medir la energía, pero el ambiente, el territorio y el paisaje designan complejidades extraordinarias…

El territorio, que es, según ellos, un "fragmento de superficie planetaria configurado de una determinada manera y administrado por una colectividad humana concreta".

La matriz biofísica la hemos modificado los humanos para hacer, nos dicen Folch y Bru, una ‘matriz ambiental’ de manera oportunista, sin un plan preconcebido ni un conocimiento apropiado. La apropiación antrópica del entorno conforma el territorio, que es, según ellos, un «fragmento de superficie planetaria configurado de una determinada manera y administrado por una colectividad humana concreta». Esta definición, aunque cada vez sea más cierta, me genera una duda: quedan territorios como la Antártida en que el papel de los humanos es todavía limitado pero los llamamos territorios. Y los demás, si no eran territorios antes de la apropiación humana, ¿entonces qué eran? Llamarlos matrices biofísicas puede ser más exacto pero dudo que la expresión se haga de uso corriente.

Richard T.T. Forman
Richard Forman, impulsor de la ecología del paisaje. Fuente: Agencia SINC

Problemas similares aparecen al hablar de paisaje. Los autores consideran que «el territorio es un sistema y el paisaje un algoritmo, el aspecto del territorio, la fachada de la realidad». A veces parece que sostengan la idea, muy en la tradición de las ciencias sociales, que «el paisaje no existe si nadie lo percibe». Sería como decir que las estrellas no existen si nadie las mira. Para nosotros, todo pasa obviamente por la cultura, pero ¿no hay un riesgo de caer así en un solipsismo de especie? Es evidente que las cosas tienen los nombres que les hemos puesto a partir de un cierto momento histórico, antes quizás estaban pero nadie las nombraba. Encuentro natural hablar de territorios y paisajes del Carbonífero, cuando aún no había humanos ni apropiación, y sería espeso y poco inteligible hablar de la matriz biofísica del Carbonífero. Esto es sólo una prueba de la dificultad del tema. La relativa incapacidad de la ecología (pensemos sin embargo en la agroecología, la ecología urbana, la escuela de H.T. Odum) para incluir los aspectos sociales explica la desazón por reconocer la presencia activa humana (los autores admiten que, del mismo modo, los científicos sociales no deben olvidar la matriz biofísica). En todo caso, afirman con razón que la reconstrucción de la matriz ambiental «es un objetivo sostenibilista«. Se trata de insertar las sociedades en la Biosfera por una construcción sostenible de ambiente y territorios. En ecología diríamos que deberíamos construir el nicho de nuestra especie de manera sostenible.

Se trata de insertar las sociedades en la Biosfera por una construcción sostenible de ambiente y territorios. En ecología diríamos que deberíamos construir el nicho de nuestra especie de manera sostenible.

Es muy interesante el tratamiento que hace el libro de la idea de naturaleza y del pensamiento de Buffon, Goethe, Humboldt y Darwin. La ausencia del paisaje en la ecología que critican los autores se produce sobre todo a partir de los 1980 cuando se hace una crítica del holismo de la ecología de los Hutchinson, Odum, Margalef, etc. y se imponen aproximaciones más reduccionistas. Es cierto que los modelos matemáticos empleados desde los años veinte (Volterra y Lotka, etc.) no tienen dimensión espacial (a esto se refería Margalef cuando decía que hacen bailar los ecosistemas en la punta de una aguja, a la falta de dimensión espacial) y que el paisaje no se menciona a menudo ni es objetivo de estudio directo en el período que va desde la geobotánica de la primera mitad de siglo XX hasta la aparición tardía de la ecología del paisaje de Richard Forman. Pero también lo es que se desarrolló el concepto de ecosistema-cuenca, que se hacía uso habitual de transectos siguiendo catenas en muchos estudios de diversidad, y que se estudiaban la distribución de tipo biológicos o la ecofisiología comparada, temas que tienen una base en el paisaje: una cosa son los modelos matemáticos y otra diferente los estudios de campo que siempre han considerado el espacio pero quizás no tan explícitamente el paisaje.

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Portada del libro resultado del informe que hizo Richard Forman por encargo de Barcelona Regional.

Los autores hacen la misma acusación de ignorar el paisaje a la educación ambiental, y no sé si es justa. La educación ambiental es un fenómeno tan poco estructurado que sería necesario un estudio estadístico para ver si tienen razón. Cuando más me dediqué a ella, en los 1970-80, diría que el paisaje estaba muy presente (es un tema que nos interesaba tanto a F.G. Bernáldez, a quien los autores dedican el libro, como a mí y a otros colegas). Otra cosa es que la educación ambiental no haya alcanzado los objetivos que se proponía (Terradas 2017).

El libro es una contribución importante que ayudará a iluminar el laberinto polisémico que dificulta hoy el progreso hacia la sostenibilidad: aunque quede mucho por hacer y por hablar, abre camino. Una obra que no puedo sino recomendar.

La vocación de interactuar con otras disciplinas para pasar del mero diagnóstico a una proyectación sostenibilista es un aspecto esencial de la propuesta del libro que queda firmemente expresada en el último capítulo: hay que aprender a defender los valores y valorar patrimonio y funciones. La propuesta es intelectualmente potente, como no podía ser menos viniendo de quienes viene, y por eso mismo arriesgada en un entorno cultural mediocre en el que controversias filosóficas y científicas que han tenido eco en Estados Unidos y parte de Europa pasan a menudo desapercibidas. En resumen, el libro es una contribución importante que ayudará a iluminar el laberinto polisémico que dificulta hoy el progreso hacia la sostenibilidad: aunque quede mucho por hacer y por hablar, abre camino. Una obra que no puedo sino recomendar.

 

Folch, R., J. Bru. (2017). Ambient, territori, paisatge: Valors i valoracions. Col·lecció Observacio dels Valors, Fundació Carulla. Ed. Barcino, Barcelona, 226 pp.

Terradas, J. (2017). Educació ambiental: D’on venim, cap on anem? Una visió personal. A Educació ambiental: d’on venim, cap on anem? Col·lecció Estudis, sèrie Medi Ambient, pp. 15-52, Diputació de Barcelona, amb traduccions al castellà i l’anglès. Barcelona, 559 pp.

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