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La agricultura podría devolver el 50% de las tierras de cultivo a la naturaleza y mantener su producción

La mitad del terreno agrario del mundo destinado a cultivar alimentos podría dedicarse a otros usos, si se consiguiera multiplicar su rendimiento gracias a la alta eficiencia agrícola.

La alta eficiencia agrícola implica, por ejemplo, cultivar terreno potencialmente productivo con irrigación y fertilizantes. Esta superficie se cuantifica en 576 millones de Ha, algo más de 10 veces la superficie de España, de 50 millones de Ha.Estas son las principales conclusiones de un nuevo estudio del Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicados (IIASA) Austria publicado en Nature Sustainability e integrado en el proyecto del European Research Council IMBALANCE-P que dirige Josep Peñuelas, investigador del CSIC en el CREAF.

Según los autores del trabajo, este tipo de estrategias son urgentes porque la demanda mundial de productos agrícolas crece constantemente, pero el uso indefinido de tierras para cultivar pone en riesgo la naturaleza. «En todos los casos estamos hablando de políticas controvertidas, muy delicadas y que necesitarían un plan específico para evitar resultados no deseados», afirma Josep Peñuelas. “La eficiencia agrícola se alcanza cultivando los terrenos potencialmente más productivos y con irrigación y fertilizantes, si es necesario y están disponibles”, matiza Peñuelas.

Los resultados de la investigación indican que para llegar a producir la misma cantidad de productos de la tierra consumidos actualmente, haría falta un alto aporte de nutrientes y trabajar sólo en los terrenos más productivos. Las conclusiones también muestran que el uso de la tierra es actualmente bastante ineficiente, debido a causas relacionadas con su gestión y no a otras, como por ejemplo, el impacto del clima en el rendimiento de los cultivos.

Camp cereal

«Hemos determinado la necesidad de fertilizantes y de agua de riego que comportaría cambiar de sistema, así como las emisiones de gases de efecto invernadero, el potencial de secuestro de carbono y los hábitats que quedarían disponibles para las especies amenazadas», explica el autor principal del estudio, Christian Folberth, investigador del Programa de Servicios y Gestión de Ecosistemas del IIASA.

Los 16 cultivos esenciales en el mundo

El proyecto de investigación ha supuesto trabajar con los 16 cultivos principales de todo el mundo: arroz, maíz, trigo, soja, caña de azúcar, patata y algodón, entre otros. Se ha llevado a cabo con el modelo agrícola EPIC (Environmental Policy Integrated Climate), que permite cuantificar cómo varía la producción de los cultivos mundiales en función de la cantidad de nutrientes, agua, características del suelo, cambio climático o prácticas agrícolas, entre otros factores. Estos escenarios demuestran que intensificar las aportaciones de nutrientes y promover las tierras más productivas permite establecer el mínimo de tierras necesarias para mantener la producción.

Las principales conclusiones del trabajo evidencian que disminuir la cantidad de tierras destinadas a cultivo tendrá una probable incidencia en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Asimismo, se disminuirán las necesidades de agua de riego. Por otro lado, las necesidades mundiales de insumos de fertilizantes se mantendrían sin cambios. Las tierras de cultivo que se recuperarían en hábitats con vegetación natural, a su vez, podrían tener un papel clave en la captación de carbono y en la recuperación de la biodiversidad.

Compromisos y medidas alternativas

Los posibles efectos adversos de una agricultura más intensiva es uno de los aspectos a estudiar. Los expertos apuntan, por ejemplo, a la contaminación por nutrientes o a la pérdida económica en las zonas rurales. Michael Obersteiner –uno de los líderes del estudio y exdirector del Programa de Servicios y Gestión de Ecosistemas del IIASA– argumenta que «los resultados de nuestro estudio pueden ayudar a las personas responsables de formular políticas a evaluar los escenarios de utilización integrada de la tierra. Y también demuestran que la expansión de las tierras de cultivo es evitable y que hay un margen significativo para mejorar la eficiencia del uso actual”.

Cultiu

Un empuje renovado

El proyecto Half-Earth Project ha renovado recientemente el impulso por la conservación de la tierra. Su objetivo es devolver a la naturaleza la mitad de la superficie de las tierras utilizadas con fines no agrícolas, para frenar la pérdida de biodiversidad y tener en cuenta usos como las emisiones de gases de efecto invernadero.

El debate por la conservación de la tierra se inició alrededor de 2005 por biólogos especializados en conservación y reconoce el equilibrio entre las tierras de cultivo y la vida silvestre, para convivir sin comprometer los rendimientos de producción. Si se sobrepasa este límite, los ecosistemas naturales se desestabilizan, pierden la capacidad de mantener su biodiversidad y hay que optar por medidas de conservación o de restauración de hábitats para proteger las especies amenazadas.

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