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Es necesario desacelerar

Un árbol es bello, pero aún más: tiene derecho a la vida; como el agua, el sol y las estrellas, es esencial. La vida en la tierra es inconcebible sin los árboles. Los bosques crean clima, el clima influye en el carácter de la gente, y así sucesivamente. No hay civilización ni felicidad si los bosques caen bajo el hacha, si el clima es áspero y severo, si la gente es áspera y severa… ¡Qué futuro tan terrible!

Anton Pavlovich Txejov, Tío Vania.

Los tiempos actuales son de gran aceleración en los cambios a nivel global y local. Por un lado, existen cambios en la actividad y la demografía humanas, que afectan al uso de recursos, las emisiones de gases y líquidos contaminantes, la producción de residuos, la destrucción de los ecosistemas, la distribución de las especies, la erosión de los suelos, la fusión del hielo, el aumento del nivel del mar, etc. Sólo el enunciado parcial de la lista ya marea y muchos de los cambios son exponenciales. Por otra parte, en las últimas cuatro décadas se ha dado un proceso de globalización económica con una gran acumulación de riqueza en un número cada vez menor de personas y corporaciones, una reducción de las clases medias en Europa y Estados Unidos, y del papel de los sectores públicos en gran número de países, y un aumento enorme de los flujos de capital más ligado a la especulación que a la producción de bienes y servicios. A nivel geopolítico, crece una confrontación entre los países “occidentales”, bajo el mando, a veces forzoso, de Estados Unidos, con una cultura asociada a la Ilustración y al colonialismo que cree en la superioridad del hombre blanco, y buena parte del resto del mundo, que se opone a este colonialismo y está creando poderes nacionales fuertes sobre bases ideológicas diversas pero, en todo caso, distintas de las occidentales.

Será necesario un decrecimiento en el consumo y en el transporte de personas y mercancías, así como un proceso de desglobalización y redistribución de la producción.

En la tecnología, principales se dan en dos direcciones diferentes: por un lado, la disponibilidad de energía barata y de fácil uso se acaba, porque los combustibles fósiles y el uranio se agotan y los primeros son incompatibles con la lucha contra el cambio climático, lo que implica que, si no hay alternativas a la energía barata, será necesario un decrecimiento en el consumo y en el transporte de personas y mercancías, y también será necesario un proceso de desglobalización y redistribución de la producción (de ahí que se hable de la transición energética); y, por otra parte, los progresos en campos como la IA, la bioingeniería o la impresión 3D tienen enormes potenciales (y riesgos), pero todavía son difíciles de calibrar. Por lo que respecta tanto a las alternativas al petróleo y al uranio como a los desarrollos informáticos, todos están amenazados por la creciente dificultad de encontrar recursos de cobre, litio, cobalto, tierras raras, etc., cuya extracción y reciclaje es ambientalmente (y técnicamente, en el caso del reciclaje) problemática. Esto podría llevar también a una desaceleración en estos sectores en una década o menos, si no hay nuevos cambios tecnológicos que hay que esperar sí los haya.

La “revolución” neo-liberal: Friedman y la doctrina del shock

Gestionar todos estos cambios requiere políticas distintas de las que han dominado en el siglo pasado y en lo que llevamos de éste. Ni el capitalismo ni el comunismo han funcionado bien en lo que se refiere a la relación con el entorno natural. Ambos han practicado la extracción sin miramientos de los recursos y un igualmente desconsiderado vertido de los residuos. Ambos han actuado como si no hubiera límites, ni en el crecimiento de la población, ni en el del consumo de recursos, ni en la destrucción del entorno natural.

En tres artículos recientes, el economista Alfred Pastor (2023) trata el tema de la transición energética y la transformación social y nos recuerda los avisos que supusieron el informe Meadows de 1970 (cuyas predicciones entre 1970 y 2000 por la trayectoria llamada estándar, que lleva al colapso, se han cumplido con mucha aproximación, véase Turner, 2008) y el libro de Schumpeter (1973) que explicaba el error que supone creer que la prosperidad universal, medida por el crecimiento del PIB, nos llevará la paz, sin tener en cuenta que los recursos naturales son finitos. Pastor explica bien las enormes dificultades (de hecho, la imposibilidad) de la transición energética si se pretende vivir como ahora, sin decrecer, y se interroga sobre cómo es posible que esto no se haya reconocido ya en las esferas política, empresarial y mediática. En el segundo artículo, nos explica que el principal problema es que no se ha considerado la oposición que hay ante las medidas hacia la transición, por lo que las propuestas son poco realistas. La oposición se presenta, dice, en forma de intereses, argumentos «científicos» y actitudes ciudadanas. Y es que hay muchos posibles perdedores en la transición, particulares, lobbies (alimentación, gas, etc.) y también poblaciones de países ahora ricos que deberían hacer sacrificios que ningún político que aspire al gobierno se atreve a anunciar. Entre los argumentos, cabe entender que la descarbonización no resolverá los problemas de la distribución de la riqueza. Esto permite argumentos económicos sobre los costes de la transición frente a los hipotéticos costes del cambio climático en términos de PIB (que quién sabe cómo calculan para el 2100), para defender que es necesario seguir creciendo. El temor a la desaceleración también afecta a la actitud de muchos ciudadanos frente a la transición. Pastor dedica el tercer artículo a considerar que la transición encarecerá los precios, reducirá comodidades, a las que estamos acostumbrados en los países desarrollados, y el nivel de vida de gran parte de sus poblaciones. Los gobiernos tendrán que evitar endeudarse excesivamente con las subvenciones y mejorar la administración para dirigirlas sólo a donde más falta hagan, pero eso les pondrá constantemente, dice, en la cuerda floja ante la opinión pública. Los sacrificios de los países ricos para dejar mejorar las condiciones de los pobres tendrán que ser voluntarios, ya que no hay una autoridad que les obligue. Y, en las actuales condiciones de lucha por la hegemonía mundial, no es imaginable que se llegue a acuerdos globales de gobernación. La solución que propone Pastor pasa por inventar una economía de mercado diferente, considerando que la actual es patológica y moralmente corruptora. Pero léedlo a él, porque yo debo seguir mi discurso sobre cómo ha evolucionado perversamente la actual economía de mercado.

El presidente Ronald Reagan y Nancy Reagan en la Sala del Oriente felicitando a Milton Friedman para recibir la Medalla Presidencial de la Libertad. Fuente: White House Photographic Collection.
El presidente Ronald Reagan y Nancy Reagan en la Sala del Oriente felicitando a Milton Friedman para recibir la Medalla Presidencial de la Libertad. Fuente: White House Photographic Collection.
En contra de las expectativas de Friedman y sus chicos, la receta neoliberal y rabiosamente anti-keynesiana no trajo de propina la democracia.

Cuando, primero Rusia, y a continuación China, se decantaron por la economía de mercado, siguieron la línea ensayada inicialmente por Thatcher y Reagan (en forma limitada, por las reglas democráticas de sus países). Esta línea fue plenamente desarrollada en los primeros años del Chile de Pinochet, y posteriormente en la Argentina de los generales y otros países del cono sur, en Indonesia, etc.), según las recomendaciones de Milton Friedman y su infausta Escuela de Chicago. El capitalismo se quedó casi solo y se inició el enorme crecimiento de la desigualdad que caracteriza al mundo de hoy. En contra de las expectativas de Friedman y sus chicos, la receta neoliberal y rabiosamente anti-keynesiana, que consiste en apertura de mercados acompañada de desregulación de precios y recorte de prestaciones sociales, no trajo de propina la democracia. La riqueza no bajó percolando desde las cimas ricas de la pirámide hacia las clases medias y bajas. Al contrario, la riqueza se acumula en la cima, mermando para masas ingentes de población, así que, en casi todos los casos, las medidas “neocon” de Friedman tuvieron que imponerse por la fuerza y con no pocas matanzas. Y, por último, fueron fracasando, porque generan miseria y paro y, naturalmente, malestar social. Los Pinochet, Videla y, recientemente, Trump y Bolsonaro, han caído.

Esta historia está muy bien contada en el libro de Naomi Klein La doctrina del shock (2012) donde, además, se desarrolla el análisis de lo que dice el título: sobre todo durante la presidencia de George W. Bush, economistas y políticos “neocons ”, como Donald Rumfeld y Dick Cheney, descubrieron maravillados lo que Friedman resumió en una frase: toda catástrofe es una oportunidad.. Esta terrible idea estuvo en el origen de la segunda guerra de Irak. Destruir el país, sus instituciones, su cultura era, en efecto, una oportunidad, no para hacer un país nuevo y mejor, como decían pretender estos señores, sino para que algunas corporaciones americanas y una muchedumbre de empresas subcontratadas se repartieran pastel, sin restablecer las industrias locales, ni rehacer las casas, ni emplear a la gente del país, la mayor parte de la cual se quedó sin nada.

La doctrina del shock implica que, cuando existe una catástrofe, sea por una guerra, un gran accidente, una epidemia o un desastre natural, la gente que la sufre queda en shock y pierde capacidad de reacción. Entonces se puede tratar al país como una tabla rasa, eliminar las trabas a la compra o robo de sus recursos, y del propio territorio si conviene, por las grandes corporaciones. Irak, Siria o Libia son ejemplos de países enteros que, años después de la catástrofe, todavía no funcionan. Casi todos sus habitantes añoran los tiempos de las tiranías de las que han sido “salvados”. En el Irak de Sadam Husein el nivel de alfabetización rondaba el 87%, ahora ha caído por debajo del 50%. Por no hablar de las guerras permanentes, el hambre, la falta de servicios, etc., y el trato, no menos despótico que el de los viejos tiranos propios, por parte de los nuevos dueños.

Naomi Klein contesta una pregunta del público en un debate sobre su libro "La doctrina del choque - El ascenso del capitalismo de desastre" en Berlín, Alemania. Fuente: Ministry of Truth (Wikimedia Commons).
Naomi Klein contesta una pregunta del público en un debate sobre su libro «La doctrina del choque – El ascenso del capitalismo de desastre» en Berlín, Alemania. Fuente: Ministry of Truth (Wikimedia Commons).

La misma doctrina se aplicó después del Katrina en Nueva Orleans o, después del tsunami de 2004, en Sri Lanka e Indonesia. En este último caso, los pescadores fueron ahuyentados y en sus tierras crecen ahora zonas turísticas residenciales de capital sobre todo extranjero. Klein cree que la doctrina del shock se inspira en lo que se practica con los prisioneros en lugares como Guantánamo, para preparar los interrogatorios: se empieza por hacer que pierdan su sentimiento de identidad y toda conexión sensorial con el resto del mundo. Luego, se aplican torturas más o menos severas. El terror y la pérdida de toda conexión llevan al prisionero a no encontrar la fuerza de resistir (eso, en teoría, y parece que a menudo, pero no siempre, funciona). Pero leed los libros de Klein, si deseais conocer hechos que los medios no han explicado demasiado o nada bien. Añado que cabe preguntarse si, con una juventud que crece sin expectativas, con un rechazo de la política, buscando la anestesia de las drogas y adicta a redes sociales donde imperan los mensajes cortos y las mentiras interesadas, no se está lograndoun modelo de aturdimiento social para que el corporativismo oligopolístico encuentre cada vez menos obstáculos para aplicar las recetas que le convienen (las de Friedman), prometiendo que todo cambiará cuando se impongan gobiernos autoritarios capaces de frenar a los inmigrantes pobres, eliminar trabas burocráticas y las que ponen a los molestos ecologistas, devolver a las mujeres a sus funciones de madres liberando puestos de trabajo para los hombres, y proteger la identidad nacional. En definitiva, el regreso del fascismo.

Los efectos del calentamiento climático y las grandes corporaciones

Las catástrofes climáticas que ya están pasando solo preocupan a la mayoría de los poderosos del mundo por las oportunidades que se abren como resultado de estos desastres.

Si he hablado aquí de la doctrina del shock no es para que Naomi Klein me agradezca la propaganda. Es para alertar que las catástrofes climáticas que ya están pasando (en Mozambique, en el cuerno de África y en Sudán y en otros países pobres), y que comienzan a anunciarse en otros lugares más ricos, no preocupan nada a la mayoría de los poderosos del mundo: lo que a ellos les interesa es que, con estos desastres, se abren oportunidades. Y si algunas catástrofes, o ese aturdimiento de toda fuerza moral y todo sentimiento de colectividad solidaria, acaban afectando a países desarrollados (Europa, Estados Unidos, Japón, China), quizás aún se puede hacer más negocio. De acuerdo, algunos ricos tienen mala conciencia y hacen donaciones filantrópicas, pero las corporaciones nunca tienen la misma sensibilidad y empatía que las personas y lo disimulan con el greenwashing. No sólo eso, las grandes petroleras y fabricantes de autos han mentido, negando que las emisiones antropógenas de gases invernadero afectaran al clima y desacreditando a los modelos climáticos. Y digo que han mentido (y mienten) porque los propios científicos de estas corporaciones tenían estudios, desde los años 1970-80, que daban los mismos resultados que la ciencia independiente y que ellas menospreciaban (ver Supran et al, 2023, para el caso de Exxon y ExxonMobil Corp. Los mismos autores mencionan que hay documentos de que lo mismo ocurría con otras empresas, como Total, GM y Ford).

Una plataforma petrolífera en la costa de Vungtau. Fuente: Genghiskhanviet (Wikimedia Commons).
Una plataforma petrolífera en la costa de Vungtau. Fuente: Genghiskhanviet (Wikimedia Commons).
Se está viendo que la mentalidad "neocon" no lleva a sociedad más libres, al contrario, la sociedad corporativista no puede ser democrática.

Ahora bien, hemos repasado brevemente, al empezar, los problemas que tiene el crecimiento en sectores donde hasta ahora parecía imparable (en cuanto a los límites tecnológicos, podeis ver Peñuelas et al, 2022, o Terradas, 2023). Entonces, ¿cuáles son las oportunidades de negocio que resultan de las catástrofes? Klein explica que, aparte de lo más evidente, que es el robo de recursos, el sector que crece con mayor vigor es el de las corporaciones dedicadas a la seguridad. Y no habla sólo de las tecnologías de reconocimiento facial y otras de este tipo, sino de armas e incluso de ejércitos privados. Tal como demuestran en Ucrania los mercenarios de Wagner: es menos conflictivo enviar a la guerra soldados profesionales que tropas reclutadas con prisa y sin preparación, y además el Estado paga lo que las corporaciones privadas quieren para ahorrarse protestas como las que hubo en Estados Unidos cuando la guerra de Vietnam. Para la mentalidad neocon o friedmaniana, la sociedad será más libre si el Estado se deshace de todas sus obligaciones, encomendando la defensa, la sanidad, la educación, todos los servicios públicos a las corporaciones. El mensaje es: el Estado gestiona mal el dinero público, es mejor que éste pase a manos privadas. Pero lo que se está viendo no son sociedades más libres, sino todo lo contrario, ya que las poblaciones no se resignan a perder los derechos que habían logrado para que unas corporaciones “anónimas” tengan las manos libres y despidan a maestros, médicos e incluso militares, por sustituirlos por pocos y mal pagados extranjeros subcontratados. Y para imponer la nueva política de laissez-faire hay que reprimir con dureza cualquier atisbo de protesta. La sociedad corporativista no puede ser democrática porque se basa en la apropiación de los recursos de todos por unos pocos.

Ante la doctrina del shock, deberíamos preguntarnos si se puede esperar, realmente, una respuesta positiva de los poderes políticos y económicos, a la vista de los repetidos pronósticos de las graves consecuencias del cambio climático. Quizá lo que ocurre es que muchos de estos poderes se frotan las manos y tienen sueños húmedos pensando en las oportunidades que se abrirán. Klein nos advierte: “A la hora que debemos llamar a la emergencia por su nombre, debemos estar siempre atentos para que este estado de emergencia no se convierta en un estado de excepción, en el que los intereses poderosos fuercen falsas soluciones para amasar beneficios, y exploten el miedo y el pánico de la población para restringir unos derechos que tantos esfuerzos costó alcanzar” (Klein, 2019). Pero, ay, los sicarios políticos de los grandes intereses corporativistas se dirigen con éxito creciente a los jóvenes y las clases medias y al proletariado, atemorizados por las crisis financiera, económica y ambiental que oscurecen el panorama, y les hacen creer en la culpabilidad de las víctimas que huyen de los países ya colonizados por estos intereses y de los que defienden que debemos cambiar nuestra forma de vivir..

Los primeros que hay que señalar son las grandes corporaciones que se benefician de causar la destrucción ambiental, así como a los políticos, economistas y militares que han trabajado, trabajan o esperan trabajar para estas corporaciones.

Klein, Greta Thurnberg y otros muchos han señalado con el dedo a quienes cada día incendian algún rincón de nuestro único mundo. Esto es algo que a los científicos nos cuesta hacer, quizás porque creemos que no podemos dejar de hacer nuestro trabajo para dedicarnos a la denuncia, y quizás porque señalar no es que sea feo, es que es peligroso, en el sentido económico, institucional e incluso físico en casos extremos (pero no infrecuentes). Pero algunos científicos comienzan a hacerlo. Los primeros que hay que señalar son las grandes corporaciones que se benefician de causar la destrucción ambiental (y, de paso, millones de muertos y desplazados en guerras por los recursos y en represiones contra los opositores, ved mis artículos en este blog sobre las guerras del petróleo). Y también cabe señalar a los políticos, economistas y militares que han trabajado, trabajan o esperan trabajar para estas corporaciones, con sueldos astronómicos o como socios de empresas subcontratadas por ellas, para saquear con las manos libres.

El cielo de la Anoia, Castellfollit del Boix. Fuente: Angela Llop (via Wikimedia Commons)
El cielo de la Anoia, Castellfollit del Boix. Fuente: Angela Llop (via Wikimedia Commons).

Sobre la transición energética

En un artículo previo reciente (Energía o ecología, un falso dilema) defendí que era urgente producir energías renovables y que, nos gustara o no, necesitaríamos instalaciones industriales. Era consciente de que esto tiene sus peligros. Pero está en manos de las administraciones controlar que las cosas se hagan bien, si quieren y saben hacerlo. Ahora, debemos tener muy presente con quien nos jugamos el dinero y el futuro. Y cuando hay mucho dinero en juego, el riesgo siempre es alto.

En Cataluña, la energía eólica no puede jugar un papel tan importante como en los países del norte, es necesario apostar más por la energía solar. La hidroeléctrica irá a la baja si cada vez llueve menos.

Por otra parte, reconozco que no sé nada de cómo funcionan las centrales y redes eléctricas. Estoy convencido de que la electricidad es esencial para la civilización y que no podremos adaptarnos a veranos mucho más cálidos (y vamos deprisa: 2022 ha sido el año más cálido de todo el registro en el mundo, y en Cataluña ha superado el récord anterior en un grado, que es muchísimo, una enormidad) sin aire acondicionado, ni las sequías sin agua regenerada, desalada, etc. Algunos, más expertos que yo en temas energéticos, creen que las energías sostenibles no nos sacarán del callejón sin salida (ved los libros de Antoni Turiel -2020, 2022- para entender este punto de vista), debido a las limitaciones de recursos indispensables y a las dificultades que suponen las intermitencias en la generación de electricidad eólica o solar (esta produce corriente continua y no alterna), que requieren complejos sistemas estabilizadores, y a los riesgos de que las mega-instalaciones con excedentes ocasionales de energía provoquen grandes averías en las redes. Aparte de que es esencial que el sistema energético tenga almacenes reguladores bien distribuidos y que se resuelvan los problemas de la producción de hidrógeno verde y de baterías con menos materiales raros y más reciclables. No puedo entrar en ese debate. Hay grandes instalaciones ya funcionando en muchos lugares, especialmente en el Báltico, y funcionan sin caídas repentinas muy graves (quizás porque todavía la mayor parte de la electricidad se hace en centrales nucleares o de gas, o sea que me quedan dudas sobre lo que se puede o no hacer). En Cataluña, la energía eólica no puede jugar un papel tan importante como en los países del norte, es necesario apostar más por la energía solar. La hidroeléctrica irá a la baja si cada vez llueve menos. Simpatizo totalmente con que se incrementen lo máximo posible las actuaciones en cooperativas de vecinos, a nivel municipal en “terrains vagues” como márgenes de autopistas o vías férreas, etc. Simplemente, me temo que esto no sea suficiente. En las grandes ciudades no hay sitio para alimentar el consumo doméstico con pequeñas instalaciones. Y veo difícil que la gente, acostumbrada a la libertad de movimiento que dan los vehículos particulares, se resignen a los trenes y bicicletas (estas obviamente inapropiadas para una parte creciente de la población, que envejece, y los trenes no llegan a todas partes), si no hay suficientes baterías para los autos eléctricos. Lo que se puede o no se puede hacer, en todo caso, deben decirlo voces más expertas que la mía. Sólo Furró (2016, 2019) ha tratado de hacer un proyecto ejecutivo para la transición energética en Catalunya, la Generalitat se ha limitado a hacer listas de objetivos, algunos de los cuales no parecen del todo realistas, aunque, eso sí, ha empezado a impulsar acciones que pueden ser importantes.

Gary Gertsle, un prestigioso historiador americano, ha publicado un libro que saldrá en español en breve (editado por Planeta), Auge y caída del orden neoliberal, que parte de la idea de que, tras el rescate público de los mercados financieros a raíz de la crisis de Lehman Brothers en 2008, se inició un cambio para abandonar el orden neoliberal, desprestigiado, no se sabe demasiado hacia dónde (reforzamiento del Estado en países democráticos, autoritarismo o una época de desorden sin hegemonía). Él mismo reconoce que el resultado de aquella intervención de los Estados para salvar a los bancos acabó enriqueciendo mucho más a los causantes de la crisis y empobreciendo a los que no invierten en bolsa. Y quizás ahora los que antes querían despojar al Estado encuentran que sale más a cuenta controlarlo, para que impulse a la industria en la confrontación económica con China, aunque esto suponga la reintroducción de algunas regulaciones del mercado en contra de los monopolios. Según Gertsle, en E.E.U.U., demócratas y republicanos estarían por políticas estatales de industrialización. Quizás sí, pero lo que importa es, finalmente, a qué bolsillos acaba el dinero público y si se puede revertir el crecimiento de la desigualdad. Por el momento, la inflación afecta a los precios, pero prácticamente nada a los sueldos y, mientras, el aumento de los intereses que pretende frenar los precios pesa cada vez más en los hombros de los hipotecados. Seguramente, a lo que viene no lo llamaremos neo-liberalismo, pero ¿se detendrá el proceso de corporativismo capitalista? Dudo de que lo haga si el control de los Estados sigue en manos de los poderes económicos, más fuertes que nunca.

Conclusión

No deben mandar los que especulan con (o roban) lo que todos necesitamos, y lo ensucian o lo destruyen, los principales responsables de ecocidios.

En medio de las dudas y las incertidumbres que, inevitablemente, acompañan a los procesos acelerados en los que nos encontramos, hay algo que es el motivo de este escrito. Lo he dicho antes, y quiero que quede bien claro. Existe una interconexión muy grande entre problemas de los sistemas ambientales y comportamientos de los sistemas socioeconómicos. Estos dos bloques de fenómenos se afectan mutuamente. Las crisis ambientales, económicas, sociales y financieras no son independientes. Por desgracia, en las crisis proliferan (y a menudo tienen éxito) los oportunistas que proponen falsas soluciones a los desesperados y que hacen el juego a quienes esperan los restos del desastre y a los especuladores. No resolveremos los problemas ambientales sin modificar los sistemas socioeconómicos hacia el cuidado del entorno y de las personas, lo que implica un cambio en el sistema educativo que favorezca el interés por el conocimiento y los valores del trabajo en común para resolver los problemas colectivos. Quizás, luchando para salvar nuestro entorno, nos podremos juntar para cambiar el funcionamiento de la sociedad. Decía el Humpty Dumpty de Lewis Carrol (en Alicia a través del espejo), la cuestión es quién debe mandar, eso es todo. Pero quizás aún más urgente es quien no debe mandar. No deben mandar los que especulan con (o roban) lo que todos necesitamos, y lo ensucian o lo destruyen, los principales responsables de ecocidios (Whyte, 2021). En esto, todos deberíamos estar de acuerdo. Los recursos “infinitos” nunca han existido, por mucho que se hacía como si sí. Es necesario quitar el pie del acelerador y frenar un poco, con prudencia y generosidad. En este mundo nadie es indispensable seguramente, pero nadie debería ser considerado prescindible, como se han considerado prescindibles los iraquíes, los pescadores indonesios o los negros de los barrios inundados por el Katrina. No son prescindibles ni ninguna persona, ni ningún país. Quienes piensen lo contrario no deberían tener el poder. Y ahora lo tienen, son las grandes corporaciones, que ya cuentan con un escenario muy por encima de los 2ºC de aumento a finales de siglo, que supondrá que multitudes de humanos se encuentren en el fuego. Ellos no las salvarán de las llamas a estas multitudes. No son bomberos, sino pirómanos. Hacen como aquellos contrabandistas de Moonfleet, del filme de Fritz Lang, o los de La Posada de Jamaica, del filme de Hitchcock, que engañaban con luces a los barcos para que se estrellaran contra las rocas y después poder matar a los marineros y aprovechar los restos del naufragio. Visten uniformes de vigilantes para robar impunemente. A éstos, no deberíamos dejarles mandar.

Referencias

  • Furró, E. 2019. La transformació del sistema energètic. Recursos, raons i eines. E.d. Octaedro/CMES. 256 pp.
  • Furró, E. 2016. Catalunya, una aproximació a un model energètic sostenible. E.d. Octaedro/CMES. 152 pp.
  • Klein, N. 2012. La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre. Planeta, Barcelona.
  • Klein, N. 2019. En llamas. Paidós, Barcelona, 383 pp.
  • Pastor, A. 2023. Transición energética y transformación social (1). Alternativas económicas. Febrero. https://alternativaseconomicas.coop/articulo/analisis/transicion-energetica-y-transformacion-social
  • Pastor, A. 2023. Transición energética y transformación social (2). Alternativas económicas. núm 111, marzo.https://alternativaseconomicas.coop/articulo/analisis/transicion-energetica-y-transformacion-social-II.
  • Pastor, A. 2023. Transición energética y transformación social (3). Alternativas económicas. (en premsa).
  • Peñuelas, J., J. Sardans, J. Terradas. 2022. Increasing divergence between human and biological elementomes. Trends in Ecology & Evolution, 3046: 37, 11.
  • Schumpeter, E.F. 1973. Small Is Beautiful. Trad. española, Lo pequeño es hermoso, Ed. Orbis, Barcelona (1983).
  • Supran, G., S. Rahmstorf, N. Oreskes. 2023. Assessing ExxonMobil’s global warming projections, Science, 3 79, pp. 153.
  • Terradas, J. 2023. Els límits de les noves tecnologies. Sostenible, 11/4/2023. https://www.sostenible.cat/print/opinio/els-limits-de-les-noves-tecnologies
  • Turiel, A. 2020. Petrocalipsis. Crisis energética global y cómo (no) la solucionaremos. Alfabeto Editorial, Madrid.
  • Turiel, A. 2022. Sense energia. Alfabeto. Editorial, Madrid, 105 pp.
  • Turner, G.H.2008. A comparison of The Limits to Growth with 30 years of reality, Global Environmental Change 18(2008): 397-411
  • Whyte, D. 2021. Ecocidio. Bellaterra edicions. 168 pp.
  • Naomi Klein publicó un vídeo documental que repasa los puntos esenciales de La doctrina del shock con imagenes muy crudas. Puedes consultarlo en este enlace.

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