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Hubo un tiempo en el cual no se creía que las golondrinas migrasen

Desde tiempos remotos la humanidad ha celebrado el regreso de las golondrinas. Entonces el ritmo de la naturaleza marcaba el paso de las estaciones, las grullas que migraban marcaban el momento de la siembra y las golondrinas indicaban que había llegado la primavera.

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En una de las joyas de la civilización minoica, el yacimeinto de Acrotini, en la isla de Santorini, se encuentra el “fresco de la primavera”, representando un paisaje rocoso de vivos colores, salpicado de matas de lirios en flor, sobrevolado por una pareja de golondrinas. Una representación del estallido de la primavera. Desde el CREAF lo hemos animado para disfrutarlo en el Día Internacional de las Aves Migratorias.

Las idas y venidas de las aves inspiraron a poetas, naturalistas y oráculos, que en sus vuelos veían avisos de invasiones o la llegada de epidemias.

Son muchos los textos antiguos que mencionan la bienvenida que se les daba a estas aves y como se observaba su partida en otoño. Ya en la antigüedad, el fenómeno de la migración causaba fascinación y despertaba la imaginación de la gente. Las idas y venidas de las aves inspiraron a poetas, naturalistas y oráculos, que en sus vuelos veían avisos de invasiones o la llegada de epidemias. Como no podía ser de otra manera, el fenómeno llamó la atención de Aristóteles, quien describió que con la llegada del frío algunas especies se desplazaban a tierras más cálidas o descendían de las montañas a las tierras bajas. Así lo reseñó en el caso de las grullas i los pelícanos.

Botella de perfume de terracota de Kameiros, en la isla de Rodas (610.559 AC).
Botella de perfume de terracota de Kameiros, en la isla de Rodas (610.559 AC).

Sin embargo, en lo que a las golondrinas concierne, Aristóteles consideraba que estas no migraban, sino que se refugiaban en agujeros y entraban en un largo y profundo letargo durante el cual mudaban sus plumas. Plinio, por su parte, observó que no todas las golondrinas migraban, algunas de ellas marchaban mientras otras se quedaban. Marco Terencio Varrón anotó que las golondrinas migraban cruzando el mar Mediterráneo saltando de isla en isla. Heródoto aseguraba que en las tierras bañadas por el Nilo las golondrinas vivían todo el año. Allí, en Egipto, no migraban. Otros autores clásicos acudieron al fenómeno de la transmutación para explicar la parición y desaparición de las especies migradoras. Argumentaban que las golondrinas se transformaban en otra ave que sí pasaba allí el invierno, para volver a adoptar su forma de golondrina con la primavera. Concebían que algunas especies tenían la facultad de transformarse en otra diferente con las estaciones del año.

No es de extrañar que cuando Odiseo consigue regresar de su largo viaje a Ítaca, al tensar el arco, la cuerda resonase como el hermoso trino de una golondrina.

Por inverosímil que parezca hoy la idea, esta presunción persistió durante la Edad Media. Pero la idea general era aceptar que las golondrinas marchaban a algún lugar, de ahí que el animal enseguida quedase asociado con los viajeros y los marineros. Se perdían en el horizonte, desaparecían, pero siempre regresaban a su hogar. No es de extrañar que cuando Odiseo consigue regresar de su largo viaje a Ítaca, al tensar el arco, la cuerda resonase como el hermoso trino de una golondrina. El héroe había vuelto junto a Penélope. Homero usó esa imagen porque en el imaginario popular las golondrinas representaban el regreso, la fidelidad. Incluso siglos después, los marineros recuperaron la tradición tatuándose golondrinas en el pecho para exhibir su experiencia marina. Una golondrina por cada 6.000 millas náuticas. Era la marca de los Odiseos modernos.

Los marineros y sus tatuajes de viajeros.
Los marineros y sus tatuajes de viajeros.

Durante siglos la migración de las golondrinas fue tema de discusión entre los científicos. El sueco Olaus Magnus anotó en el siglo XVI que las golondrinas se sumergían en las aguas de los canales europeos. Ahí, bajo el agua, sobrellevaban el invierno apelotonadas en grandes grupos. Incluso llegó a aconsejar a los pescadores, que si al echar las redes sacaban golondrinas, las liberasen y devolvieran al agua. En el mismo siglo, el ornitólogo francés Pierre Belon, comentó que al tiempo que las golondrinas desaparecían en Francia aparecían en el norte de África, sugiriendo que los animales migraban. Una hipótesis que recibió muchas críticas en su tiempo. Seguía prevaleciendo la idea aristotélica de la hibernación. El mismo Linneo, siglos más tarde, aún continuaba asegurando que las golondrinas que habitaban las casas europeas se sumergían en algún lugar durante el invierno para volver a emerger en primavera.

Se calculó que el viaje de ida y vuelta a la luna de las golondrinas les llevaría unos cuatro meses, 60 días de ida y otros 60 de vuelta.

Charles Morton, en 1686, publicó el primer tratado sobre la migración de las aves en Gran Bretaña, tratando el tema de las golondrinas. Expuso el razonamiento científico detrás de la migración, pero, desafortunadamente, en lugar de señalar a África o la India, o cualquier otro lugar cálido del planeta, dedujo que las golondrinas debían volar hacia la luna en invierno. Calculó que el viaje de ida y vuelta a la luna les llevaría unos cuatro meses, 60 días de ida y otros 60 de vuelta. La inspiración para tal idea debe buscarse en la fantasía que Godwin publicó en 1638: “El hombre en la luna”. En su relato, el protagonista se encuentra golondrinas y otros pájaros de primavera en la luna. Incluso vuela hasta ella tirado por una bandada de ellos. El interés en los cielos tras los descubrimientos de Copérnico, Galileo y Kepler disparó las fantasías de la gente del siglo XVII y la posibilidad de viajar a la luna. La idea poética de su viaje a la luna perduró entre los poetas como Pablo Neruda:

Es verdad que las golondrinas
van a establecerse en la luna?
se llevarán la primavera
sacándola de las cornisas?
se alejarán en el otoño
las golondrinas de la luna?
buscarán muestras de bismuto
a picotazos en el cielo?
y a los balcones volverán
espolvoreadas de ceniza?
 

La idea de que las golondrinas emprendían su migración hacia la luna sobrevivió durante poco tiempo, pero sirvió de inspiración a poetas de la época. Y aunque algunos intentaron ver que era más razonable que migrasen hacia tierras calidad que hacia la luna, la idea de la hibernación acabó gozando de mayor prestigio entre los naturalistas durante tiempo. En Inglaterra, el curandero y naturalista Gilbert White construyó observatorios en la costa sur de Inglaterra para resolver el misterio de la desaparición estacional de las golondrinas, pero en lugar de otear el cielo y estudiar sus rutas de paso, dedicó el tiempo a excavar las laderas y entrar en los edificios abandonados en busca de golondrinas hibernantes. No encontrarlas no le disuadió de su idea.

Golondrinas en el nido.
Golondrinas en el nido.

Esa visión no cambió hasta que el naturalista francés del siglo XVIII, conde de Buffon, rebatiría la idea de la hibernación con un experimento. Encerró a varias golondrinas en una caja y la sometió a frío con hielo para averiguar si los animales eran capaces de entrar en letargo, hibernar y volver a activarse. Cuando abrió la caja la mayoría de las golondrinas habían muerto, el resto lo harían poco después. Ninguna de ellas consiguió recuperarse al exponerse al sol. Estaba claro que las golondrinas no podían hibernar, tenían que irse a algún sitio. Migrar. Otro naturalista, Adanson, informó al propio Buffon que durante sus exploraciones en Senegal apreció que las golondrinas desaparecían poco antes de empezar a llegar a Europa.

Poco a poco, se iba entendiendo el viaje de las golondrinas, y con el tiempo, la migración de las golondrinas, y de las aves en general, se aceptó científicamente. Las golondrinas han creado un vínculo muy estrecho con los humanos al recorrer el mundo en sus largas migraciones, despertando la curiosidad de las personas preguntándose a dónde van. De dónde vienen. No hay niño, que desde la terraza no se haya hecho estas preguntas. Una pregunta que intrigó a artistas y científicos durante siglos.

 

Artículo de referencia:

Green A. 2019. Cultural response to the migration of the bar swallow in Europe. ANUHJ Historical Journal II, 1: 87-107 https://pdfs.semanticscholar.org/6765/067365a5dbe4781467f42d0b99dbfe15198c.pdf

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