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Se pone en evidencia la dificultad de los bosques templados para recuperarse después de episodios severos de sequía

Nothofagus dombeyi afectado por sequía en los Andes, Patagonia. Crédito: Francisco Lloret
Nothofagus dombeyi afectado por sequía en los Andes, Patagonia. Crédito: Francisco Lloret

El cambio climático aumenta la vulnerabilidad a la sequía de los bosques de todo el mundo y provoca la muerte de los árboles, con importantes repercusiones ecológicas y sociales. Se desconocen las características de la vegetación que sistituye  a los árboles muertos.

Un trabajo científico que ha estudiado el comportamiento de 131 bosques templados (propios de los climas no tropicales) de todo el mundo obtiene como principal conclusión que sólo en un 21% de los bosques estudiados las especies más abundantes (las dominantes) reemplazan los árboles muertos debido a condiciones extremadamente secas. Y en el 10% de los casos las especies reemplazantes pertenecen a vegetación no leñosa y, por tanto, muy diferente de los árboles originales e indicativo de las dificultades del bosque original para recuperarse.

El artículo donde se explica la investigación, ‘Forest and woodland replacement patterns following drought-related mortality’, se ha publicado hoy en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) y es el principal autor Enric Batllori, investigador del CREAF y profesor asociado de la Facultad de Biología de la Universidad de Barcelona. Su principal objetivo es evaluar qué especies de árboles y arbustos reemplazan los árboles afectados por la sequía. En el trabajo han intervenido también el investigador del CREAF y catedrático de la UAB Francisco Lloret y la investigadora del CREAF y profesora de la UAB Sandra Saura Mas, como parte de un equipo de 37 especialistas pertenecientes a 28 universidades y centros especializados de Argelia, Argentina, Australia, Bélgica, Canadá, Escocia, España, Estados Unidos, Finlandia, Italia, Kenia, Noruega y Suiza.

Cedrus atlantica Medio Atlas, Marruecos
Ejemplares de Cedrus atlantica del Medio Atlas (Marruecos) muertos a causa de la sequía y sustituidos per Quercus rotundifolia. Crédito: Enric Batllori

Huir de la visión catastrofista

Los 131 bosques evaluados pertenecen a múltiples biomas (conjunto de ecosistemas propios de una zona geográfica que comparten clima, flora y fauna) y se han escogido porque se ha registrado mortalidad de árboles relacionada con la sequía entre 1 y 23 años antes del estudio. «Si bien se necesitan estudios a largo plazo, los indicadores de que disponemos hoy sugieren que en algunos casos la mortalidad por sequía puede derivar en cambios repentinos de las características del ecosistema, por ejemplo pérdida de bosque a favor de vegetación arbustiva o herbácea», explica Enric Batllori. Se ha visto, sin embargo, que unas condiciones relativamente húmedas posteriores a la sequía favorecen que los cambios sean menos pronunciados que cuando las condiciones son más secas, según los autores. «Se espera que el actual cambio climático imponga condiciones más áridas en muchos lugares, que podrían dificultar la recuperación de los bosques afectados de mortalidad a causa de la sequía y otras perturbaciones», apunta Batllori.

Lejos de la visión catastrofista, el autor principal del estudio apunta que en las zonas analizadas la mortalidad no es total, sino que se mueren árboles puntuales en mayor o menor proporción en función del bosque. E insiste en que «la sequía está afectando bosques de todo el mundo pero la mortalidad de árboles no suele ser masiva. Además, en muchos casos la vegetación que sustituye los árboles muertos está más adaptada a las condiciones climáticas que se esperan para las próximas décadas, lo que puede aumentar la resiliencia del ecosistema a largo plazo».

Abies pinsapo en Sierra Nieves, Málaga
Abies pinsapo afectado de muerte por sequía, en Sierra Nieves (Málaga). Crédito: Enric Batllori

Sequía y reorganización de los ecosistemas

El aumento de la mortalidad forestal debido a la sequía puede dar lugar a una importante reorganización de los ecosistemas forestales en los próximos decenios. «Este fenómeno no podemos desligarlo de otros agentes que actúan en los bosques, tales como la gestión forestal, los incendios o las plagas. De hecho, los episodios de mortalidad forestal a menudo son el resultado del efecto combinado de más de un de estos agentes», comenta Francisco Lloret, investigador del CREAF y coautor del trabajo.

La trayectoria ecológica de los bosques tras episodios severos de sequía también depende de las características de las especies que reemplazan las que dominaban el bosque previamente. Según se desprende del artículo, en general después de una sequía crecen con más facilidad especies vegetales que necesitan poca agua, aunque se ha visto que en algunos bosques las especies reemplazantes tienen necesidades hídricas similares a las de sus antecesores dominantes. Este comportamiento se explica gracias a múltiples factores, entre los que son relevantes la intensidad y duración de la sequía, los usos del suelo y perturbaciones pasadas y las especies presentes en la zona afectada, atendiendo a sus preferencias ambientales.

Pinus uncinata afectado de muerte por sequía en Ulldeter, Catalunya
Pinus uncinata afectado de muerte por sequía en Ulldeter, Catalunya. Crédito: Francisco Lloret

El artículo publicado en PNAS, una de las revistas científicas más prestigiosas de todos los ámbitos científicos, se integra en el proyecto de investigación BIOCLIM, dirigido por Francisco Lloret, que estudia la respuesta de la vegetación a la sequía a partir de la caracterización del nicho climático de las especies. Asimismo, forma parte del proyecto TIPMED, liderado por Enric Batllori, que analiza la interacción de los incendios y la sequía y su influencia en cambios repentinos de los ecosistemas. En este caso, busca detectar como los bosques de Pinus halepensis pueden cambiar hacia matorral.

El artículo liderado por el CREAF ha contado con participación de especialistas del Instituto Pirenaico de Ecología (Zaragoza), la Escuela de Ingeniería de Soria y las universidades Pablo de Olavide de Sevilla, la de Valladolid y la de Córdoba con respecto a territorio español. En el resto del mundo, algunas de las universidades implicadas son la de California Berkeley, la California State, la Colorado Boulder yla la  Humboldt de California (EEUU), la de Lovaina (Bélgica), la de Stirling (Escocia), la de Helsinki (Finlandia) y centros especializados como el ETH Zürich y el Swiss Federal Institute for Forest, Snow and Landscape Research (Suiza), el World Agroforesty Centro (Kenia), el Canadian Forest Service, Edmonton (Canadá) y la Murdoch University y el Queensland Herbarium Toowong (Australia), entre otros.

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