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Energía o ecología, un falso dilema

Instalación de placas solares en un campo. Foto: Andrés Simón (Unsplash).
Instalación de placas solares en un campo. Foto: Andrés Simón (Unsplash).

La situación en que nos encontramos en Cataluña con respecto a la transición energética ha sido comentada en los medios. Sólo alrededor del 17% de la energía eléctrica que consumimos la obtenemos del sol o del viento.. Estamos en la cola del Estado y de Europa en esto. Mientras, el calentamiento del clima en nuestro país sigue una tendencia que nos llevaría a un incremento de 2.8°C a finales del s. XXI. Hay pues prisa por reaccionar, pero esta prisa no se traduce en grandes actuaciones. Existe una fuerte oposición a las instalaciones de nivel industrial de aerogeneradores y paneles fotovoltaicos, aunque se vean mejor las iniciativas a pequeña escala. Casi todo el mundo se da cuenta de que no podemos seguir quemando combustibles fósiles y acelerando el calentamiento, pero entonces ¿qué origina esta oposición?

Los que piensan que, si dejamos hacer a la naturaleza, ésta volverá a “cómo debería ser” se equivocan porque no existe ese “cómo debería ser”. 

Un primer argumento de los oponentes sería que lo que debe hacerse no es mantener el ritmo del consumo de energía, ni fósil ni de ningún tipo, sino reducirlo. La desaceleración en el consumo de recursos es ciertamente un aspecto clave en la transición hacia la sostenibilidad, así que éste es un argumento poderoso a primera vista, pero me temo que con él se simplifica excesivamente, como trataré de explicar. Un segundo argumento es que, en lugar de frenar el calentamiento, es mejor que lo aceleremos para hacer más evidentes sus consecuencias y provocar una reacción social. Es decir, cuanto peor, mejor, un tipo de argumento que a lo largo de la historia ha llevado muchas veces al desastre, pero que en nuestro país siempre ha tenido, extrañamente, cierto prestigio, quizás porque la sociedad catalana ha sufrido un sentimiento de fatiga crónica, nacido de la impotencia de cambiar las cosas según su forma de ver el mundo, que no es la predominante en el Estado. De todas formas, no son sólo catalanes quienes creen en eso de “cuanto peor, mejor”. El compañero Sergi Nuss, de la Universidad de Girona, me ha pasado el artículo Apóstoles de la destrucción, de Pedro Fresco, que hace una buena descripción de esta tendencia. Quienes piensan que, si dejamos hacer a la naturaleza, ésta volverá a “cómo debería ser” se equivocan porque no existe ese “cómo debería ser”. Los cambios climáticos alteran las reglas: buena parte de Europa y Norteamérica estuvieron bajo 3000 m de hielo durante la última glaciación; sitios que hoy son desiertos habían tenido selvas y viceversa; y, ojo, los colapsos de antiguas civilizaciones han tenido en ocasiones causas climáticas. Sí, algunos de los grandes cambios necesitaron mucho tiempo, pero el cambio actual va muy rápido y la aceleración del proceso parece que puede rebasar las previsiones. Acabo de leer que el principal glaciar de Groenlandia ahora se calcula que se fundirá cinco veces más rápido de lo que se pensaba hasta un estudio muy reciente.

Otros argumentos se basan en la estética y la preservación de los paisajes queridos (ciertamente, las torres de los aerogeneradores en las crestas de las montañas o cerrando el horizonte del golfo de Roses no ilusionan) y a los efectos sobre la biodiversidad, sea por la ocupación del suelo por los paneles solares, por el riesgo que los aerogeneradores suponen para animales voladores como pájaros o murciélagos, o por la alteración de los fondos marinos en los parques eólicos (como el de Tramuntana, propuesto en Roses, véase Lloret et al, 2022). Por tanto, los argumentos son diversos. El tema es aún más complicado si añadimos algunas incertidumbres sobre los problemas de abastecimiento en materias primas, sobre todo elementos químicos relativamente escasos que, con las tecnologías actuales, son indispensables para la producción tanto de los aerogeneradores como de los paneles fotovoltaicos (o de los teléfonos móviles). Esta cuestión la hemos tratado en un artículo reciente (Peñuelas et al 2022).

 Aerogeneradores instalados sobre el mar. Foto: Jesse de Meulenaere (Unsplash)
Aerogeneradores instalados sobre el mar. Foto: Jesse de Meulenaere (Unsplash)

Los argumentos que pueden darse para defender la necesidad y urgencia de disponer de energía que no proceda de los combustibles fósiles son también serios y, desde mi punto de vista, más potentes. Recientemente, se han creado un par de plataformas de expertos (Renovem-nos, Oikia) que manifiestan su postura en favor de impulsar la transición energética, a la vez que la preservación de la biodiversidad. Para empezar, el calentamiento del clima no depende sólo de lo que hacemos los catalanes, que somos una milésima parte de la humanidad, y eso quiere decir que en este tema no podemos mirarnos el ombligo, algo que tendemos a hacer demasiado en todo tipo de cuestiones. Que nosotros reduzcamos el consumo no alterará el cambio climático. Esto no es excusa. Debemos hacerlo, como debería todo el mundo, de la misma manera que todos tenemos que tender hacia una economía circular. Todo esto debería haberse entendido y asumido hace tiempo.

Los cambios que vendrán

Además de mitigar las emisiones y reciclar, estamos forzados a adaptarnos a vivir, ya inevitablemente, bajo un clima más cálido y seco.

Pero, además de mitigar las emisiones y reciclar, estamos forzados a adaptarnos a vivir, ya inevitablemente, bajo un clima más cálido y seco, al menos, si no se producen una serie de erupciones volcánicas o una guerra con armas nucleares que modifiquen la atmósfera (cosas nada deseables). Las soluciones tecnológicas de geo-ingeniería, hidrógeno verde o energía de fusión son soluciones poco verosímiles a corto plazo, quiero decir en los próximos 5-10 años, mientras que ya han comenzado a producirse problemas graves debidos al calentamiento (grandes incendios en Australia, cambio más rápido de lo previsto en las temperaturas de los océanos, etc.). Por tanto, debemos aceptar que tendremos más calor y aridez. La disminución de las precipitaciones es una amenaza real para la sociedad: prácticamente todo depende del agua. También los ecosistemas menos alterados (todos lo están, en Cataluña) sufrirán cambios importantes por la combinación de temperaturas más altas, que implican mayor evaporación y transpiración, con la reducción de lluvias y la concentración de éstas en episodios violentos.

Además, existen otros fenómenos más o menos relacionados, como las invasiones por especies foráneas y virus, la contaminación de aire y agua, la acidificación marina, etc. Es muy importante preservar la biodiversidad, pero el cambio climático destruirá mucha más la biodiversidad de la que hemos eliminado los humanos hasta ahora, por la alteración general de las condiciones de vida: ya hemos visto muchos avisos en la forma de cambios de áreas de distribución de especies, invasiones, epidemias… Las nacras mueren en todo el Mediterráneo, algas y peces tropicales lo invaden, muchas plantas avanzan las floraciones, las estaciones vegetativas se alargan y con ellas crece la demanda de agua y el riesgo de fallos en la fructificación que pueden afectar a poblaciones de pájaros, se desincronizan las fenologías de plantas e insectos polinizadores, las poblaciones de abejas menguan con peligro para los cultivos, el riesgo de grandes fuegos aumenta…….

La floración de los rosales se ha adelantado también en las comarcas interiores y en regiones montañosas de Cataluña. En la imagen, un rosal florecido en Olot el 1 de enero. Foto: Josep Maria Mallarach.
La floración de los rosales se ha adelantado también en las comarcas interiores y en regiones montañosas de Cataluña. En la imagen, un rosal florecido en Olot el 1 de enero. Foto: Josep Maria Mallarach.

Si miramos las tendencias actuales del clima, es necesario admitir que el aumento de la intensidad y duración de las sequías y los episodios de clima extremo llevarán a cambios drásticos en los cultivos, la reducción de los regadíos y el progresivo deterioro de algunas especies forestales. En las zonas más secas del territorio, habrá un deterioro de los bosques que, con el aumento de los incendios forestales y la expansión de plagas en las poblaciones de árboles debilitadas, convertirán a la larga los pinares de pino carrasco y parte de los de pino salgareño en matorrales, mientras que en otros tipos de bosque la composición puede verse alterada considerablemente. Eso si no hay incendios devastadores como los de Australia sobre gran parte de la masa forestal, cosa perfectamente posible porque, aunque hemos podido reducir mucho el número de incendios, ahora tenemos menos, pero pueden ser mayores.

En la agricultura, los efectos también son muy importantes. Me remito al reciente documento publicado por el Departamento de Acción Climática, Alimentación y Agenda Rural “Canvi climàtic i la seva incidència en el sector primari” (Dossier Tècnic núm. 120). Empieza con una presentación del Pacto Verde Europeo escrita por los amigos Robert Savé y Javier Martín-Vide y se ocupa de la agricultura, la ganadería, la pesca y la acuicultura, el paisaje (aspecto tratado por nuestros compañeros del CREAF Joan Pino y Josep Maria Espelta y por Eduard Plana del CTFC), el futuro de las proteínas para la alimentación, y el del campesinado. Al cambiar el clima, lo que debemos entender es que nuestro paisaje, tanto el más antropógeno (ciudades, cultivos) como el que lo es menos, no estará adaptado a las nuevas condiciones, y necesitaremos una gestión activa y energéticamente costosa para minimizar los efectos de estas nuevas condiciones; una gestión que mejore la resiliencia de nuestros socio-ecosistemas..

No hay defensa posible sin garantizar la disponibilidad de energía, mucha energía.

También habrá importantes problemas en las zonas costeras debido a la subida del nivel del mar y a la progresiva salinización de acuíferos y corrosión de infraestructuras. Los costes sociales pueden ser incalculables, pensemos sólo en la pérdida de las playas (que están retrocediendo a un ritmo desigual, pero muy rápido en algunas zonas, no sólo por la subida del mar sino por la carencia de los sedimentos que llevaban los ríos y ahora quedan retenidos en los embalses -se pueden movilizar de nuevo pero con un coste energético y por la alteración de la línea de costa con espigones, urbanizaciones y puertos náuticos) y la mayor hostilidad del clima veraniego en un país que depende fuertemente del turismo: la pérdida de puestos de trabajo puede ser muy grande y los problemas de salud van a aumentar mucho. Si en Arabia Saudí y Emiratos viven bien, a pesar de las temperaturas muy elevadas, es porque disponen de muchísima energía a bajo precio y mucho dinero, además de arena, pero no es nuestro caso. No hay defensa posible sin garantizar la disponibilidad de energía, mucha energía. Esto no es difícil de entender. El gobierno alemán, en el que participan los Verdes, ha decidido reabrir alguna antigua mina de carbón, pese a la oposición de muchos ambientalistas, porque el conflicto en Ucrania pone en peligro el abastecimiento eléctrico y no existen soluciones mágicas.

Minería del lignito en Garzweiler (Alemania). Al lado de las centrales eléctricas de carbón y de algunas turbinas eólicas. Foto: Dominik Lückmann (Unsplash).
Minería del lignito en Garzweiler (Alemania). Al lado de las centrales eléctricas de carbón y de algunas turbinas eólicas. Foto: Dominik Lückmann (Unsplash).

Riesgos y beneficios

Ante todo ello, el malestar por el riesgo que suponen los aerogeneradores para aves y murciélagos– riesgo que puede reducirse, según Xavier Puig, en un 90%, con una reducción de producción de entre el 1 y el 1,5%, parando su funcionamiento gracias al uso de métodos de videovigilancia, seguimiento y detención de los molinos, ya probados en parques eólicos terrestre (véase este vídeo) –parece bastante menor, lo que no quiere decir que no deban implementarse todas las medidas preventivas para minimizarlo. En cuanto a los parques eólicos marinos, aquí no tenemos experiencia, pero, aun admitiendo los riesgos señalados en el artículo mencionado de Lloret et al, recomiendo también ver Bennun et al (2021) y los informes de la UE y de la UICN. Lo que hace falta es trabajar para minimizar los riesgos. Al fin y al cabo, tenemos carreteras, autopistas, autos, patinetes y bicicletas y todo tipo de utensilios que suponen un considerable riesgo para las personas y no por eso prohibimos viajar ni dejamos de hacer nuevas carreteras y nuevos utensilios para desplazarnos. Reducir los accidentes de pájaros y murciélagos o los daños en la fauna bentónica deben ser criterios cuando se proyecta una instalación de aerogeneradores, a la hora de seleccionar el lugar y las medidas preventivas e incluso aquellas que puedan contribuir a generar refugios de biodiversidad, pero no deben ser causas “a priori” para dejar de hacerla..

La estrategia prudente es aumentar al máximo la producción propia y no sólo sustituir la energía que ahora sacamos de combustibles fósiles sino aumentar la cantidad disponible.

Para defendernos de la emergencia climática necesitaremos más desaladoras y para manejar las desaladoras o recuperar las playas necesitaremos mucha energía. Mucha. ¿La podemos importar, cómo hacemos ahora con el petróleo y el gas? Puede ser, pero esto puede suponer vulnerabilidades (la crisis actual nos lo demuestra, especialmente en Europa, y los alemanes se dan cuenta del error que hicieron al renunciar a la autosuficiencia y depender del gas ruso). Por otra parte, para llevar tanta energía a Cataluña desde Aragón o Francia, deberían ponerse más MAT que no son mucho más atractivas que los aerogeneradores. Y el precio nos lo marcarían desde fuera. La estrategia prudente es aumentar al máximo la producción propia y no sólo sustituir la energía que ahora sacamos de combustibles fósiles sino aumentar la cantidad disponible. Esto implica que es prioritario incrementar la red eléctrica para distribuir esa energía.

El tema del agua es crucial, pero quizás en la próxima década o no mucho más tarde se podrá ver el aumento de temperaturas hasta picos cercanos a los 50ºC en verano, verano que cada año es más largo, y, para evitar una hecatombe, se necesitará refrigeración, que también requiere mucha energía (recordemos que en el episodio veraniego extraordinario de 2003 en París hubo 30.000 muertes por el calor). Sólo estas consideraciones creo que tumban prácticamente todos los argumentos que se dan para no hacer nada y que antes he resumido.

La figura muestra los resultados de una encuesta de percepción de gravedad de riesgos a 2 y 10 años vista. Las respuestas puntúan 32 riesgos en una escala de 1 a 7, considerando los impactos sobre la población, el PIB o los recursos ambientales a nivel global. Los resultados se basan en 1200 respuestas de líderes en gestión del sector privado del riesgo, políticos, académicos e industriales. Fuente: World Economic Forum

Naturalmente, los partidarios del caos y otros ambientalistas, ante las propuestas de instalaciones industriales para generar electricidad en Catalunya, argumentan que hay un lobby de empresas “sostenibilistas” que piensan hacerse de oro con la transición energética. Sí, ya cabrea que los más ricos saquen siempre beneficio de todo. Sin embargo, la respuesta no es cortar el paso a estas empresas, porque no veo que se planteen otras formas de resolver estos problemas, y así lo reconoció en noviembre la Consejera Jordà. Y hay que impulsar empresas de aquí, porque no tenemos ninguna, por ejemplo, que produzca placas solares, y la formación de instaladores de placas y otros dispositivos. Se ha propuesto (Ramon Sans, en una conferencia en el Institut d’Estudis Catalans, se puede recuperar en vídeo) la creación de una banca pública para financiar la transición. Ciertamente, se pueden seguir fomentando cooperativas, ya se están haciendo iniciativas en colectivos de vecinos y similares en zonas urbanas, pero por este camino no alcanzaremos los objetivos de la transición (llegar a alrededor del 50% de electricidad en renovables en 2030), y por tanto serán necesarias grandes instalaciones que sólo pueden hacer las grandes empresas. De hecho, la transición no es sólo (y ya es difícil) cambiar de combustibles fósiles a energías renovables, e ir mejorando las tecnologías -para que no tengamos problemas de falta de recursos en diversos elementos químicos, hoy necesarios para los aerogeneradores y las placas solares pero raros y difíciles de obtener y reciclar (hay noticias esperanzadoras muy recientes, como el descubrimiento de un importante yacimiento de tierras raras en el norte de Suecia, que puede alargar el tiempo de vida de las actuales tecnologías)-. Es que, además, necesitaremos aumentar la energía por encima de la que gastamos ahora para luchar en favor de la resiliencia, para adaptarnos. Puede parecer paradójico, pero no lo es. Podemos ahorrar y decrecer en el consumo, ser más eficientes y reciclar más en general, pero frente al cambio de clima y la falta de agua no nos engañemos, deberemos gastar bastante más energía.

Salir de la parálisis

Así pues, ¿qué debemos hacer? En primer lugar, debemos salir de inmediato de la parálisis en la transición energética. Los presupuestos de la Generalitat que se han aprobado finalmente este año pueden suponer un salto adelante. La urgencia es también por razones económicas: las tecnologías actuales son las que son y la demanda de los elementos críticos crecerá en el mundo y los precios se encarecerán. Si esperamos, puede que no podamos ya poner en marcha los equipamientos necesarios, debido al agotamiento de ciertos recursos o por su coste. Además, debemos crear instituciones adecuadas para la financiación y para la supervisión de los proyectosen cuanto a la minimización de los efectos adversos sobre la biodiversidad y los valores paisajísticos, escogiendo los emplazamientos más adecuados, que nunca podrán satisfacer del todo a todos, y explicar muy claramente las necesidades, hacer pedagogía a la vez que pactar compensaciones: el pago de alquileres por terrenos ocupados por las nuevas instalaciones puede salvar a la economía de zonas deprimidas.

Debemos salir de inmediato de la parálisis en la transición energética. 

El despliegue de estos proyectos debe realizarse con una planificación previa, participada por la ciudadanía y construida sobre las premisas del mínimo impacto ambiental y el máximo beneficio social y económico para el territorio. Es interesante el actual proyecto de nueve aerogeneradores en La Jonquera por la forma en que se está poniendo en marcha, pero debemos actuar a escalas mucho mayores. Cataluña tendrá que multiplicar por 20 su capacidad de generación de energía solar y al menos por cinco la eólica de aquí al año 2030 para cumplir con sus objetivos. A pesar del éxito del autoconsumo solar fotovoltaico, hay que ser conscientes de que aporta sólo una pequeña parte de la generación eléctrica renovable que necesitamos. La Prospectiva Energètica de Catalunya 2050 (PROENCAT 2050) advierte que, con instalaciones fotovoltaicas sobre tejados o espacios ya urbanizados, sólo llegaremos a realizar el 16,4% de la producción de energía eléctrica renovable. Hay una esperanza de mejorar esta previsión si llegan pronto a ser de uso comercial las placas solares flexibles y transparentes que ya se están desarrollando en los laboratorios, lo que aumentaría mucho los espacios urbanos e industriales donde se podría generar electricidad, pero eso, como el hidrógeno verde, todavía puede tardar un tiempo difícil de calcular.

Contribución de las fuentes energéticas en la producción de energía eléctrica renovable. Fuente: Informe PROENCAT 2050.
Contribución de las fuentes energéticas en la producción de energía eléctrica renovable. Fuente: Informe PROENCAT 2050.
No podemos detenernos y esperar el chaparrón, porque nos atraparía la riada.

La transición energética hacia la sostenibilidad y la resiliencia y la adaptación del país al cambio que se está produciendo no pueden resolverse como quien enciende un interruptor. Es un camino difícil y complejo, no derecho y llano. Habrá avances y algún retroceso. No dejaremos de golpe de usar gasolina o gas natural, pero debemos ir reduciendo este consumo. Para gestionar los bosques habrá que hacer clareos y para aprovechar los restos deberemos hacer biometano, pero minimizando los impactos. Como la propia vida, deberemos partir de lo que tenemos a nuestro alcance, aunque no sean soluciones ideales, escogiendo siempre aquella que gane más resiliencia en cada paso y sabiendo que ninguna será definitiva y que las tendremos que ir mejorando. Pero no podemos detenernos y esperar el chaparrón, porque nos atraparía la riada. Una metáfora que puede hacer reír en tiempos de sequía fortísima, pero no nos engañemos, tendremos más sequías y también episodios violentos de inundaciones. Adaptémonos.

Más información:

  • Bennun, L., J. van Bochove, C. Ng, C. Fletcher, D. Wilson, N. Phair, G. Carbone. 2021. Mitigating biodiversity impacts associated with solar and wind energy development. Guidelines for project developers. Gland, Switzerland: IUCN and Cambridge, UK: The Biodiversity Consultancy.
  • Inger, R. J. M. Attrill, S. Bearhop, A. C. Broderick, W. J. Grecian, D. J. Hodgson, C. Mills, E. Sheehan, S. C. Votier, M. J. Witt, B. J. Godley. 2009.Journal of Applied Ecology 46: 1145–1153. Marine renewable energy: Potential benefits to biodiversity? An urgent call for research.
  • Lloret, J., A. Turiel, J. Solé, E. Berdalet, A. Sabatés, A. Olivares, J.-M. Gili, J. Vila-Subirós, R. Sardá. 2022. Unravelling the ecological impacts of large-scale offshore wind farms in the Mediterranean Sea, Science of The Total Environment: 824, 153803, ISSN 0048-9697,
  • Peñuelas, J., J. Sardans, J. Terradas. 2022. Increasing divergence between human and biological elementomes. Trends in Ecology & Evolution, 3046: 37, 11.

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